viernes, 2 de octubre de 2015

Mi primer día de escuela



Como Carolina nos ha contado su primer día de escuela, me ha traído a la memoria el mío.

Mi padre dedicó sus esfuerzos desinteresados para lograr la construcción del colegio La Milagrosa. Mientras se ponía en marcha el proyecto  de la escuela, en el salón parroquial de la iglesia San Pedro Apóstol se habilitó una especie de guardería donde una monja, Sor Ovidia, lidiaba con nosotros, los críos de la época. Llevaba una especie de sábana anudada a la cintura para sonarnos los mocos a la panda de llorones que allí nos juntamos.

Acostumbrada a ella quizás, cuando se inauguró La Milagrosa, mi padre me llevó ¡y a mí me dio por llorar! Un día tras otro, lloraba desesperadamente. “Amb lo que jo he fet per l’escola i ara esta xiqueta no vol quedar-se!” (“¡Con lo que yo he hecho por esta escuela y ahora esta niña no quiere quedarse!”), se quejaba mi pobre padre. Una mañana, harto de mis llantos y rabietas, exclamó: “Si hui me la deixe plorant, no la torne a dur” (“Si hoy me la dejo llorando, no la vuelvo a llevar”). Y alguien de allá arriba intercedió porque ese día no lloré y allí comenzó mi andadura colegial. Quién habría dicho entonces que décadas después seguiría vinculada a la vida escolar, pero ahora como maestra de la Escuela de Adultos.

Creo que no tengo fotos de la escuela, de modo que os pongo esta de cuando cumplí 2 añitos, que más o menos corresponden a la época de que os hablo.

1 comentario:

Johnny dijo...

Recordar es vivir. Una mirada al pasado nos permite entender lo que somos hoy en dia. Muy hermosa mi querida amiga.