miércoles, 2 de junio de 2010
El sueño del lobo
Nuestro joven amigo Jesús no me ha mandado en esta ocasión una poesía sino un cuento corto basado en un sueño que tuvo y me ha dado permiso para que lo comparta con vosotros. La imagen también ha sido elegida y retocada por él. Desde aquí lo animo a que continúe con la escritura, que es una experiencia que aporta gran satisfacción personal.
Una vez soñé que caminaba solo por una fría y amplia llanura, rodeada por montones de hielo y por dos heladas montañas que desde donde yo las veía parecían infinitas y que pudiesen con sus cimas alcanzar el cielo. Cuando empecé a caminar me di cuenta de que estaba solo, no había nadie que me pudiera acompañar, y que aunque caminaba y caminaba no encontraba un lugar para poder descansar y esperar a que alguien me ayudara a salir de allí. Mientras andaba el lugar empezó a cambiar, el frío se marchó de allí dejando paso a una cálida y confortable brisa, el hielo se derretía ante mis ojos como si nunca hubiera estado allí y el más precioso de los verdes empezó a sembrar la que era una llanura de hielo, los árboles crecían altos, robustos y fuertes, las flores llenaban de color todo aquel valle y los arbustos mostraban unos pequeños frutos que colgaban de sus diminutas ramas. Pero aunque todo aquello había aparecido de la nada, como si de un truco de magia se tratara no encontraba lugar alguno en donde poder refugiarme y esperar a que alguien, fuese quien fuese, pudiera ayudarme a salir de allí.
Cuando me quise dar cuenta había recorrido todo aquel valle y la noche ya caía sobre mí, era una noche estrellada, tanto que la luz de las estrellas hacían que pudiera ver perfectamente, como si el sol nunca se hubiera ido del cielo de aquel valle.
De repente las estrellas se oscurecieron convirtiéndose en objetos negros que colgaban del cielo, un frío helador volvió a recorrer todo aquel valle. Corrí hacia unos arbustos que había cerca para refugiarme de aquel frío, pero cuando me iba a acercar a ellos, dos enormes y brillantes luces rojas se iluminaron de entre los arbustos, me preguntaba qué serán esas luces que me miraban fijamente. Eran dos luces rojas como el fuego, y siniestras como la más horrible de las pesadillas. De entre esos arbustos salió una forma enorme, gigante más bien, y esas luces rojas como el fuego y siniestras como la más horrible de todas las pesadillas eran sus ojos. Un enorme, mejor diría, gigante lobo apareció de entre los arbustos. El frío paró, la brisa calida que se había convertido en un viento gélido también cesó, y solamente se podía oír y sentir el aliento de aquel gigante lobo que me miraba fijamente con esos ojos como el fuego y siniestros como la más horrible de las pesadillas.
Me quedé paralizado, no sabía hacia dónde huir y, justo cuando el lobo se disponía a abalanzarse sobre mí, una figura salvadora se interpuso por medio golpeando al lobo y haciéndolo huir. Cuando miré, solamente pude ver la figura de un hombre que me extendía la mano, yo se la agarré y apretó fuerte la mía y me abrazó. Entonces las estrellas se volvieron a iluminar y pude ver el rostro de aquella persona, esa persona fue la que me había salvado y al ver su rostro el mío se lleno de una enorme sonrisa.
La persona que me había salvado era quien más quería, la persona que más cariño había derramado en mí y la persona a la que más apreciaba en todo aquel valle helado y que más quería en todo este mundo, esa persona era…
Moraleja: siempre que las cosas te vayan mal no sufras, siempre tendrás a alguien que te alargará la mano para ayudarte y alejarte de todos los males.
Por: Jesús Pérez García
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1 comentario:
Voy a recopilar sus escritos (con su autorización) para que los lean varios amigos porque vale la pena que se le reconozca como un gran escritor, poeta, etc.
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