jueves, 17 de febrero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los componentes de este blog somos un grupo de amigos dispersos por el mundo que charlamos de lo divino y de lo humano. Desde el respeto y la buena educación, nuestras posturas coincidirán a veces, mientras que otras divergirán totalmente. Sin tratar de imponerlas a los demás, cada cual se responsabiliza de sus propias opiniones. Si alguien desea excluir de él una imagen con derechos de autor, por favor, envíeme un correo y será eliminada de inmediato. Sed todos bienvenidos.
6 comentarios:
Que buena experiencia para Luna. Yo conocí la nieve apenas hace 6 años que nevó por primera vez en Matamoros.
Está preciosa, tan arropadita, y no es para menos porque con el helor tan fuerte que hace en esos lares como no te abrigues se te pone la cara roja y da la sensación de quemarte.
Yo estuve esquiando en Valdelinares, hace cinco años,bueno intentando esquiar, porque la verdad es que estaba más tiempo en el suelo que encima de los esquís. Desde ese fin de semana fatídico ya no he vuelto a la nieve, no sé como no me rompí una pierna o algo similar, así que desde entonces no vuelvo ni atada.
Lo mío es la playa y el calor
Bienvenida al blog, Mª Dolores. Esperamos que lo enriquezcas con tus aportaciones y comentarios.
Lo mío no es la nieve ni la playa tampoco. Las temperaturas extremas me matan, así que prefiero el entretiempo.
Hoy y muchos días del invierno desde mi casa veo la nieve y son pocas veces las que subo a la Sierra. Me pasa como a Conchi, que las temperaturas extremas me van fatal.
Luna sigue tan bonita como siempre.
Bienvenida Loli.Yo como tu, tambien soy de playa y calor.
Me encanta la foto del medio. Está preciosa, como una Caperucita Roja en la nieve.
Yo conocí la nieve desde muy pequeña, aunque no la he vuelto a ver demasiado a menudo. Por aquel entonces (qué lejos ya) los inviernos eran más severos aquí en el Norte, pero los veranos tenían más días de sol. O al menos eso me parece a mí, y ya sabemos que la memoria engaña mucho. Me acuerdo de que me ponían un pasamontañas y que mi padre colocaba cepos para los pájaros, que luego nos comíamos. Aunque es verdad que nunca nos gustaron demasiado como plato gastronómico.
En todo caso, la nieve siempre me ha gustado, aunque jamás he intentado esquiar: todo lo más, me he deslizado cuesta abajo con trineo o con cartones.
Publicar un comentario