Por desgracia, no puede continuar profundizando en su descubrimiento, ya que uno de sus perseguidores, en este caso una pareja de la Benemérita, ha dado con él. Como sus órdenes son trasladarle de vuelta a Toledo y entregarle a la Policía Nacional, le llevan detenido. Mientras tanto, Rosa vive su propia aventura, ya que los distintos agentes ahora la buscan a ella, por lo que pudiera saber del contenido del libro. No obstante, se las arregla para eludirles y se presenta ante su jefa en Toledo. Como no sólo ha fracasado en su misión de destruir el libro, sino que quiere interceder a favor de Bernardo, su jefa se huele lo que ha pasado y da la orden de eliminarla, pues su fidelidad a la causa ya no está fuera de toda duda. Aunque herida, Rosa logra escaparse y decide ayudar a Bernardo a fugarse de la prisión donde está encerrado.
Entre tanto, Bernardo, que no ha tenido problemas para que los guardias le dejen conservar algo tan inofensivo como un libro “romántico”, dispone en el calabozo de tiempo suficiente como para descifrar la clave. Resulta que el mensaje oculto en el texto parece ser los tejuelos de tres libros. Cuando por fin logra escapar del calabozo, con la ayuda de Rosa, se dirigen a la Biblioteca Pública de Toledo. En realidad, esos libros estaban en cierto monasterio muy antiguo, pero los fondos de su vasta biblioteca fueron trasladados durante la Desamortización de Mendizábal en 1835… a la que poco después fue la Biblioteca Pública.
Después de conseguir entrar discretamente, se enfrentan a un formidable obstáculo en la forma de un viejo bibliotecario cuya misión parece ser la de custodiar los fondos mediante el expeditivo método de impedir su consulta, no digamos su préstamo. Pero ya nada puede detener a Bernardo y a Rosa en su búsqueda, y, tras reducir al recalcitrante funcionario, consultan el catálogo y localizan los tres libros.
Como el mismo tratado amoroso de Casanova, están encuadernados como si fueran libros devocionales del siglo XVII, pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que son libros religiosos, pero del tipo subversivo. Bernardo, que domina varios idiomas, tanto vivos como muertos, constata, incrédulo, que tiene entre sus manos unas auténticas bombas de relojería.
El primero está escrito en caracteres hebreos y lleva por título “Las lamentaciones de Onán”. En él se cuestionan nada menos que las leyes sexuales del pueblo judío y arguye que no derivan de Jehováh. El segundo es el “Evangelio de Barrabás”, que también desliza unas cuantas dudas acerca de la figura de Jesús y su relación con las mujeres en general y con María de Magdala en particular. El tercero son las “Aleyas de Aisha”, la esposa-niña de Mahoma, la cual hace jugosas revelaciones acerca de los gustos del Profeta. Por lo visto, el bueno de Casanova tenía otros intereses, aparte de sumar conquista tras conquista y, como la mayoría de la gente culta en su época, había desarrollado una afición por lo oculto y por los libros prohibidos. Ciertas anotaciones en el margen revelaban que Casanova había aprovechado sus viajes por España para hurgar en olvidadas bibliotecas buscando esos libros en concreto, pues sabía de su existencia por referencias encontradas en otros libros que había leído en Venecia.
Aterrados, Bernardo y Rosa salen de los lóbregos sótanos de la Biblioteca de Toledo. Cuando salen a través del vestíbulo ven al viejo bibliotecario haciendo una llamada telefónica y mirándolos fríamente de soslayo. Bernardo constata que el viejo está hablando en árabe.
Y aquí ya se monta el pandemónium. A los agentes del régimen y de las potencias de la Guerra Fría, se suman otros elementos que van a por Bernardo y Rosa. Son “Los Juramentados de Sión”, “Los Muyaidines del Séptimo Día” y la “Hermandad para la Pureza de la Fe”. También van tras ellos los neo-templarios. No sé exactamente por qué, pero es que una novela esotérica sin templarios de por medio queda algo coja. Por lo visto, hace meses que alguien alertó por separado a estos grupos de fanáticos y les dijo que ciertos textos heréticos y peligrosos para su fe podían salir a la luz en España, por lo que habían enviado miembros para que estuviesen alerta si eso ocurría. Ahora sí que son todos contra todos, con Bernardo y Rosa escabulléndose como pueden entre las rendijas de la red de intrigas y luchas en la que están metidos.
1 comentario:
Tienes razón: una trama esotérica sin templarios queda incompleta. No creo que en su día fuesen conscientes de la repercusión de su movimiento en el boom de la literatura conspirativa del futuro.
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