Pregonera de la Virgen de la Paz

Mañana 24 de enero se celebra la Virgen de la Paz, la patrona de Agost, y una semana antes en la iglesia se proclama el pregón. Parece ser que la Junta Parroquial, por unanimidad, apoyó mi candidatura a pregonera de 2015. Cuando me lo comunicó el cura me supuso un shock. Mi primer impulso fue negarme. Pero ¿cómo voy a rehusar tal honor? ¡Y tal responsabilidad! 

Llegado el momento, mientras se encendía el ordenador, el cura me presentó en términos elogiosos, lo que es habitual en estos casos, e inicié el pregón. Dos cosas tenía muy claras: iba a ser corto (se quedó en 6 o 7 minutos) y enfocado sobre todo a la tercera edad que, al fin y al cabo, es la mayor parte de la audiencia. La estructura era muy clara: saludos y reacciones a la propuesta; antecedentes de mi educación religiosa por parte de los Román y de los Beneyto (modo nostalgia on, que vende mucho); mi relación con la Virgen de la Paz; y despedida. Quizá me quedó un poco moñas porque veía a muchos quitarse con disimulo la lágrima del ojo.

Con todo lo nerviosa que había estado durante semanas, no sé a quién he de agradecer la serenidad que sentía contra todo pronóstico. Ni me aturullé ni tartamudeé ni me emocioné. Me salió de corrido y, como era breve, se me pasó en un santiamén. Hubo aplausos, loas del cura y la entrega de un ramo de rosas blancas por parte de un monaguillo. A continuación, me retiré y tuvo lugar la tradicional bendición de los alimentos en el día de San Antón, motivo por el cual estaba la iglesia abarrotada. Después, el himno a la Virgen de la Paz.

Una vez concluido todo, fueron incontables los besos y las enhorabuenas y los “¡me has hecho llorar!” que recibí y las “gracias, muchas gracias” con las que respondí.

Una experiencia inolvidable.