martes, 22 de diciembre de 2009
Avatar
Sinopsis:
En la aventura épica "Avatar", James Cameron, el director de "Titanic", nos lleva a un espectacular nuevo mundo más allá de nuestra imaginación. En una lejana luna llamada Pandora, un héroe inesperado se embarca en un viaje de autosalvación y descubrimiento mientras lidera una heroica batalla para salvar una civilización.
La película fue ideada por Cameron hace 14 años, cuando los medios técnicos, no permitían hacer realidad su visión. Ahora, después de 4 años de producción, "Avatar" nos sumerge en una experiencia cinematográfica completamente nueva, donde la revolucionaria tecnología inventada para la película, pasa desapercibida ante la contundencia de los personajes y la conmovedora historia.
El domingo por la tarde fuimos al cine La Esperanza a ver esta película en la que Pedro tenía interés. No tanto yo, que iba con ciertas reservas contra las superproducciones multimillonarias (cada poco tiempo sale una que ha costado más dinero que la anterior) en general y contra el cine de animación que se basa en el trabajo actoral en particular. Con tal predisposición os preguntaréis ¿para qué narices fuiste?, a lo que os responderé que albergaba la esperanza de encontrar una película que anulase mis prejuicios aunque hubiese de reconocer a posteriori que estaba equivocada. Me temo que no.
Veamos, técnicamente es brillante, no lo voy a negar. El perfeccionismo de James Cameron al dotar de realidad y verosimilitud al planeta Pandora parece atender tanto a lo máximo (esas montañas suspendidas en el aire) como a lo mínimo (la luminiscencia de los líquenes al tacto) y convierte la génesis de este planeta imaginario en el más rotundo activo del film. No obstante, los efectos especiales no sustentan una película si no hay una buena historia detrás, y el argumento de aquí lo hemos visto tropecientas veces: qué malos somos los humanos “civilizados” que queremos domeñar otros pueblos para saquearles sus riquezas naturales. Por un momento pensé que la especie de pitufo larguirucho y estilizado se iba a convertir en Pocahontas y se pondría a entonar aquello de “Has oído al lobo aullarle a la luna azul, o has visto a un lince sonreír. Has cantado con la voz de las montañas, y colores en el viento descubrir”.
Si además se hubiese acabado una hora antes cuando aparece un final lógico aunque triste, habría aplaudido los bemoles del director. Pero no, hacía falta el gran combate final, bien cargado de bombo (no sólo metafóricamente: la banda sonora de James Horner llega a cansar de grandilocuente, como no podía ser menos) y, por supuesto, el final feliz que contente a las masas.
En un principio, me pareció novedosa e interesante la idea de que el protagonista (Sam Worthington, un australiano mazas que no está mal, digno sucesor de los héroes de acción de los 80) fuese un discapacitado en silla de ruedas que se desenvuelve sin problemas en la vida cotidiana. No obstante, no sé si al final me la metieron doblada pues me pareció entrever el concepto de que la felicidad completa sólo se obtiene cuando todo el cuerpo funciona (no doy más detalles para no destriparla si la quisieseis ver) o es simplemente fruto de mi mente paranoica.
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1 comentario:
Me vas a perdonar, pero a pesar de tus fundadas críticas espero ir a ver “Avatar”. Ya me imaginaba que el guión sería más flojo que uno de los spaguettis que yo cocino, pero lo que yo quiero ver ahí es el espectáculo visual mismamente. Para buenos guiones me veré un capítulo de “Los Soprano”. De todas formas, puede que el mensaje eco-ilógico sea simplista, pero a lo mejor no está de más emitirlo una y otra vez, para que no se nos olvide algo tan esencial como que no se puede ir por el mundo saqueando a destajo. Vale, podemos introducir todos los matices que queramos (el desarrollo económico, la complicidad de las élites nativas con el expolio de los recursos naturales, la brutalidad de las costumbres de algunos pueblos indígenas y cómo la colonización a veces supone una posibilidad de liberación para minorías oprimidas o para las mujeres de esas culturas) pero creo que es necesario tomar conciencia de que el respeto al otro es una premisa que nunca está de más.
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