Chomino, admitámoslo de una vez y sin ambages, es un hombre que no supo vivir porque no pudo esquivar a tiempo el paso de la manada, un hombre que se llama Chomino como se podría haber llamado Gañotazo o Achilipú, que duerme sobre cartones y se despierta bajo lluvias cálidas, que bebe Calisay y se jiña en los autos sacramentales con la soltura de los concomidos. Lo malo, ay es que los cómicos de la compañía teatral itinerante de hoy, de ayer y de siempre que ha venido a caer aquí traen de la gira un cansancio vocacional, casi devoto, un hastío de perros y una mala hostia considerables. Eso, eso es lo malo. Lo bueno, en cambio, es que Chomino tiene una vida que contar, sí señor, la vida de Chomino, además de varios miles de euros escondidos bajo los cartones, o al menos eso dicen los personajes puestos a enfriar que lo tratan, por más que a los actores que los encarnan les traiga sin cuidado, excepto a una monja que hace de actriz y que, como es natural, chorrea por el asunto. Ahí lo llevas.
Ayer día 24 se representó aquí en Jaén, Teatro Darymelia la última obra escrita por mi hermano, Jesús Tíscar, La vida de Chomino. Una obra de teatro surrealista que alguna vez que otra hemos visto por televisión alguna parecida, el único decorado es un fondo negro y poco más como un colchón, cartones y un letrero típico de los pedigüeños, y la actuación de los actores es algo surrealista también con un humor absurdo, una comedia pelagata según la define su autor. Hubo un número final, que no tiene nada que ver con la obra, de tres bailarinas bailando la danza del vientre, gustó mucho al abarrotado teatro.
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1 comentario:
Enhorabuena a tu hermano. Por lo que cuentas, no es el tipo de teatro que suelo preferir. Mis gustos son más aburguesados, que se le va a hacer. Pero, como hay público para todo, le deseo lo mejor en su andadura teatral.
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