Desmemoriada

Ahora que prácticamente se me ha pasado, os cuento que desde mediados de marzo he estado bastante chunga con problemas estomacales, cada vez más en remisión, a Dios gracias, y con agotamiento y falta de concentración. La llegada de la primavera me ha sentado como un tiro.

Cuando hace unas semanas empecé a sentirme mal, me planteé ir al médico aunque temía que me considerase una…, una… ¿cómo diablos se llama la afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con preocupación constante y angustiosa por la salud? No sé si os lo creeréis pero me pasé horas devanándome los sesos, cada vez más nerviosa porque la maldita palabra se me paseaba por la punta de la neurona y no se paraba lo suficiente para reconocerla. Hasta que horas después, pensando en otra cosa, saltó: ¡hipocondriaca! Por fin respiré tranquila.

Habría quedado como una simple anécdota de no ser porque hace unos días, cuando pensé en regresar a la consulta del médico, volvió a pasarme ¡y con la misma palabra! A borde del histerismo me puse. Al recuperarla de nuevo, me planteé la disyuntiva de tatuármela en el brazo o de grabarla en el móvil. Opté por la segunda opción. ¿Os ha sucedido algo parecido o debo ir al neurólogo por síntomas de demencia senil?