Preocupada por episodios
de sonambulismo y pesadillas inquietantes, la estudiante de posgrado Sarah
Foster va a su centro de investigación de sueño de la universidad en busca de
ayuda. Pero cuando se despierta después de su primera noche de seguimiento, el
mundo en el que vive parece haber cambiado en formas sutiles, al estilo de
Twilight Zone.
Gracias a mi amiga Rosa, he podido ver este, aunque al principio no me atrevía porque carecía de subtítulos. No tardé en decidirme, con un par, y no me arrepentí. Es un inglés estándar que se entiende muy bien. La trama, no tanto.
Pronto nos percatamos de que algunas secuencias han de ser por fuerza oníricas. El problema reside en dilucidar cuáles. Los criterios de vestuario y localizaciones acaban por hacer aguas: al final me despreocupo de lo que pasa y prefiero disfrutar de la presencia del inglés la primera vez que lo veo en un papel romántico. Su doctor White va a ocupar un lugar destacado en la lista de mis doctores favoritos, aunque por detrás de Steven Strange.
Quiera o no, la historia me sigue importando,
así que presto atención al desenlace. Para que me casen todas las piezas, lo
vuelvo a ver. Aun así, no me acaba de cuadrar todo. Siempre critico el exceso
de explicaciones masticadas pero esta vez habría agradecido un poco más de
claridad. No sé si achacarlo a la falta de subtítulos, a la pérdida de
facultades o a fallo de guion. O puede que el propósito de la cinta era
extender la bruma al espectador. Si es así, lo consigue.
Supongo que en un futuro la revisaré, por muy cansina que me resulte la protagonista y sus modelitos imposibles. Menos mal que Richard Armitage vale el esfuerzo.
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