Sinopsis:
Tras una complicada infancia, y una adolescencia y una juventud más que turbulentas, Pippa se construyó una placentera vida junto a su marido, un rico editor, mucho mayor que ella. Llevan años casados, tienen dos hijos, y Herb ya ha cumplido ochenta años. Y, aunque mantiene su vitalidad, ha decidido vender sus propiedades y repartir el dinero entre su mujer y sus hijos, para evitarles incomodidades e impuestos cuando él muera. Después, Pippa y Herb se retiran a una refinada urbanización para la tercera edad, donde parecen adaptarse bien, pero lo que antes era una gran casa, y una intensa vida social, ahora es poco más que una parodia, y Pippa empieza a sufrir ataques de sonambulismo, come demasiado, fuma y bebe. Entonces comienza a pensar en quién es, y a recordar lo que fue –objeto de los deseos de su madre, amante de la amante de su tía lesbiana–, y ante el lector se despliega el abanico de las vidas privadas de Pippa.
Mi principal motivación para leer esta novela, que ha sido llevada al cine por la propia autora, Rebecca Miller, hija del dramaturgo Arthur Miller, radica en que en ella tiene un papel secundario mi querido Keanu Reeves, por lo que espero verla cuando se estrene aquí. El argumento no me atrae demasiado: cae mal la tal Pippa Lee, un mal bicho, poliadicta y un pendón desorejao en su juventud, que se casa con un anciano para que la saque de la mala vida y luego se agobia por tener que vivir entre la tercera edad. Hija, hay que estar a las duras y a las maduras. Aparte de las pocas simpatías que despierta la protagonista, la novela está bien escrita y la multitud de flashbacks no la hacen confusa en exceso.
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