El sábado pasado fui madrina de confirmación de Laura Nieves, la hija de mi prima Laura, a la que también amadriné en su bautizo. Paso previo a la ceremonia era encontrarse en gracia de Dios, por lo que confirmantes (dieciocho jóvenes, dos chicos entre ellos) y padrinos fuimos a confesarnos la víspera. Por fortuna, el acto se ha despojado de aquella formalidad de antaño que imponía y el sacerdote que me confesó la convirtió en una pequeña charla reflexiva pero distendida. El sábado por la mañana fuimos a la iglesia a ensayar la ceremonia en sí. Aprendimos bien las sencillas instrucciones y quiero recalcar que por la tarde no se produjo ni un fallo.
Después de comer, mi prima vino a darme una capa de pintura. Para la manicura, dejé de lado moderneces y opté por un discreto y uniforme lila clarito. Me puse la blusa multicolor que estrené para la cena de quintos y ya estaba lista. Menos mal que me arreglé porque la gente en general iba casi de boda, sobre todo las jóvenes veinteañeras que recibirían la confirmación. Más que una ceremonia religiosa, parecía un pase de modelos: perfectamente maquilladas, melenas largas y lisas en su mayoría, vestidos a medio muslo y taconazos de vértigo. Guapísimas.
La iglesia estaba abarrotada. La misa duró casi dos horas pero no se me hizo pesada. Todo estaba milimetrado. El coro parroquial se lució. La homilía del señor obispo me pareció acertada porque, más que en disquisiciones teológicas, se centró en dirigirse a los jóvenes para que meditaran bien las decisiones que tienen que tomar en un momento tan decisivo de sus vidas, y a los padres y público en general para que reflexionásemos sobre qué hemos hecho bien o mal a la hora de educarlos y transmitirles valores. No sabéis cuánto me alegran esos brotes verdes, aunque tímidos, de que la Iglesia está cambiando, achacables en gran medida al papa Francisco. Que no se nos tuerza, por Dios.
La administración del sacramento fue emotiva. Jóvenes y padrinos cumplimos con nuestro cometido a la perfección. El padrino (el padre de la criatura) y servidora le pusimos las manos en el hombro a la confirmante y dijimos su nombre para que el obispo le suministrara el sacramento. Como auténticos profesionales.
Al acabar, mi prima Laura tuvo el detalle de invitarnos a cenar en un restaurante. Nos juntamos con más Beneytos pues también se confirmó la hija de mi prima Conchi (foto de arriba con las dos beldades), así que estábamos como en casa. Pasamos una velada estupenda.
En la foto central, la confirmante con sus padres. En la de abajo estamos mi primo Antonio Juan y yo, los padrinos de bautismo de Laura.