El viernes 29 de septiembre estuve de sarao en la anual cena de quintos. Para dar una sorpresa al sector masculino del grupo, aunque nunca equiparable a sus performances, las chicas nos pusimos de acuerdo en un cierto dress code: vestir de negro y llevar guantes y pamela. Para los accesorios, mi amiga Rosa acudió a los bien surtidos chinos y nos solucionó la papeleta a unas cuantas. En cuanto a la ropa, tenía pensado qué ponerme cuando la víspera vi en el mercadillo una blusa negra adornada con flores muy similares a las de la pamela. Me fue imposible contener la vena de postureo y me la compré sin hacerme ninguna falta. No tengo remedio, lo sé.
Unas bajas de última hora por cuestiones de salud redujeron el número de asistentes a una veintena, lo que yo llamo el "núcleo duro". Para que los chicos no envidiasen nuestras testas cubiertas, les regalamos un bombín a cada uno, aunque luego hubo varios intercambios.
La cena tuvo lugar en el restaurante propiedad de una quinta, lo que implica que nos tratará bien. El menú consistía en coca a la pala, jamón y queso curado, calamar nacional a la romana, croquetas caseras de jamón.. y de merluza, gamba al ajillo, de entrantes. De plato principal, a elegir entre entrecot, solomillo de buey, atún a la plancha o emperador. De postre, pedí el brownie de chocolate, obviamente. Todo esto, bebida y copas incluidas, 25 euros. Con el gran detalle de disponer las mesas en cuadrado para que todos nos viésemos las caras.
Lo mejor de todo fue la compañía y el buen humor de mis coetáneos, a los que quiero como si los conociera desde ese 1964 que tenemos en común.
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