El miércoles 6 tuvo lugar la comida de fin de curso,
adelantada a la fecha habitual por motivo de la inminente boda. Me enorgullece
decir que me acompañó una cuarentena de mis alumnos, incluidos los ingleses a
los que doy clases de español, grupo especialmente emocionado por mi próxima
pérdida de la soltería.
Y no podían faltar mis dos alumnas Guapetonas.
Además de invitarme a comer entre todos, normalmente
también me obsequian con algún regalo. Este año fue diferente, toda una
sorpresa, pues contrataron a un grupo local de guitarras y voces,
especializados en rancheras, boleros, habaneras, Clavelitos y similares.
Estuvieron amenizando la comida y la sobremesa que se alargó ya que se puso a
llover a cántaros y nadie se movía de la juerga montada en el restaurante.
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