El viernes 8 por la noche mi hermana requirió mi presencia en su casa para la última prueba del tocado que me podría en la boda. Resultó ser una estratagema para que mis adoradas Guapetonas me dieran una sorpresa. En una caja enorme llena de papelitos tuve que buscar unas tarjetitas donde declaraban sus sentimientos hacia mí, lo que me emocionó porque son mutuos. También me regalaron una preciosa pulsera de plata con el grabado "Guapetonas" y la fecha de la boda. Huelga decir que me la puse en el evento.
La sorpresa más fuerte llegaba a continuación: una despedida de soltera. Me
pusieron un velo fucsia y una banda de "Despedida cachonda", junto a
un broche de pene, artículo que no podía faltar. Hasta me tunearon la silla con
una ristra de latas de refresco. De esta guisa y con gritos de "¡Viva la
novia!" anduve hasta la tasca donde me invitaron a cenar. Menos mal que a
estas alturas de mi vida ya me echo muchas vergüenzas a la espalda y con una
sonrisa afronté las miradas de la gente con la que nos encontramos.
Como era de
esperar, compartimos muchas risas. Lástima que, con la semana tan pesada que
había tenido, entre trabajo, ojo pocho y nervios, me hallaba más cansada de lo
habitual y quizás no estuve a la altura de la juerga. De todas formas, supieron
comprenderlo porque son maravillosas y las quiero de corazón.
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