Con motivo de las Jornadas Culturales de los centros de adultos mis alumnos y yo fuimos de excursión al Monasterio de Santa María de la Valldigna. El Ayuntamiento pagó el autobús para que nosotros abonásemos sólo la comida de hermandad. Fuimos un grupo de 24 personas, de mis diferentes grupos de alumnos, grupo numeroso para lo pequeño que es nuestro centro.
El Monasterio de Santa María de la Valldigna se encuentra en la localidad valenciana de Simat de Valldigna. El guía nos explicó que fue fundado por Jaume II de Aragón en 1298. Según la tradición, el rey, después de hacer la guerra contra los musulmanes por tierras de Alicante y Murcia, al pasar por el valle, impresionado por la fertilidad y belleza, dijo, dirigiéndose a su capellán: "Vall digna per a un monestir de la vostra religió". Y el abad contestó: "Vall digna!". El rey concedió las tierras al abad para una nueva fundación cisterciense en el valle que tomaría el nombre de Valldigna.
Sus dependencias se adecuan al modelo tipo del Císter, con dos puntos neurálgicos: la iglesia y el claustro, alrededor de los cuales giraba toda la vida del monasterio. Con la desamortización de Mendizábal, tiene lugar la exclaustración y el monasterio es abandonado por los monjes y vendido a particulares. El cenobio se convirtió en una explotación agropecuaria particular (en la iglesia se almacenaban naranjas) y empezó el expolio y la destrucción patrimonial, con el derribo de la mayoría de las edificaciones. Los sillares de los arcos y las losas del pavimento son vendidos como material de construcción, mientras que los arcos góticos del claustro alto del palacio del abad se incorporan a la estructura de la mansión de El Canto del Pico, una residencia en Torrelodones. En 2003 la Generalitat Valenciana lo compró a los actuales propietarios del palacio –se dice que por un millón de euros- y en 2006 fue devuelto a su lugar original.
Una alumna inglesa, entre lo poco que entendió, con tanto oír Jaume II por aquí, Jaume II por allá, me preguntó: “Was he a nice man?” Cuando le trasladé la pregunta al guía, respondió: “Su padre y su madre lo querían mucho”. Tras reírnos por la ocurrencia, el guía precisó que un rey es un rey, por lo que tildarlo de buen hombre está fuera de cuestión.
Con casi una hora de retraso, el último acto de la excursión era un concierto de música clásica en las dependencias del Monasterio, ofrecido por dos instrumentistas jóvenes: una flauta travesera y un clavicémbalo. Como la música clásica es una de las mayores lagunas de mi formación, confieso con rubor que todas las piezas me sonaban igual. La mayoría de la gente estaba desesperada de hambre y deseosa de que acabase cuanto antes. De allí al restaurante por fin, a la comida y baile con los compañeros y maestros de los demás centros de adultos de la comarca.
1 comentario:
Ja, ja , ja. Por lo demás la foto última me gusta, con el fondo del Monasterio.
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