Sinopsis:
Guille es un niño sonriente y aparentemente feliz, pero solo hace falta rascar un poco para sospechar que esconde un misterio.
Guille es un niño introvertido con una sonrisa permanente, y es un lector empedernido con mucha imaginación. Solo tiene una amiga. Hasta aquí, todo en orden. Pero tras esta máscara de tranquilidad se esconde un mundo fragilísimo, como un castillo de cartas, con un misterio por resolver. El rompecabezas lo configuran un padre en crisis, una madre ausente, una profesora intrigada y una psicóloga que intenta armar el puzle que está en el fondo. Una novela coral que respira sentimiento, ternura, vacíos, palabras no pronunciadas y un misterio sobrecogedor.
No tenía la menor referencia de este libro y lo tomé prestado de la biblioteca local porque la bibliotecaria me comentó que a los lectores anteriores les había encantado. Me alegra decir que a mí también.
Los personajes nos avanzan en la historia en primera persona, cada uno con su propia voz, que se refleja gráficamente en distintas tipografías.
La resolución del misterio casi que es secundario: lo que emociona es la relación paterno-filial entre un niño sensible, que quiere ser Mary Poppins por su magia, y un padre que no sabe cómo afrontar la ausencia de su esposa.
Un relato que se lee con agrado y que emociona. Una muestra, además, de que no hace falta pasar de las 250 páginas para conseguir una historia redonda que no necesita de más.
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