No sé la razón que me llevó a tomar prestado este libro de la biblioteca. Quizá un intento de reconciliarme con Saramago. Sólo había leído un libro suyo –no recuerdo cuál- y me había parecido un pestiño de tan farragoso, aburrido y oscuro.
Éste, en cambio, es más sencillo y ameno al tratarse de sus recuerdos de niñez. La memoria de ese niño que todos llevamos dentro nos lleva por caminos de barro conduciendo una piara de cerdos, a luz de la luna llena; nos cuenta cómo sus abuelos en las duras noches de invierno dormían con los lechones más débiles para que no perecieran de frío. O de cómo el abuelo cuando supo que había llegado su hora, se abrazó uno por uno a todos los árboles de su pequeño huerto.
Entre anécdotas, divertidas unas, emotivas otras, transcurre su infancia. Con todo, peca de lioso pues no son recuerdos lineales sino que salta de una edad a otra. En fin, no está mal.
Os dejo con las palabras del propio autor:
«Me interesa conocer mi relación con ese niño que fui. Ese niño está en mí, siempre ha estado y siempre lo estará.
Un adulto escribe memorias de adulto, acaso para decir: "Miren qué importante soy". He hecho memorias de niño, y me he sentido niño haciéndolas; quería que los lectores supieran de dónde salió el hombre que soy. Así que me centré en unos años, de los cuatro a los quince.»
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