Con membrillos maduros
perfumo los armarios.
Tiene toda mi ropa
un aroma frutal que da a mi cuerpo
un constante sabor a primavera.
Cuando de los estantes
pulidos y profundos
saco un brazado blanco
de ropa íntima,
por el cuarto se esparce
un ambiente de huerto.
¡Parece que tuviera en mis armarios
preso el verano!
Ese perfume es mío. Besarás mil mujeres
jóvenes y amorosas, mas ninguna
te dará esa impresión de amor agreste
que yo te doy.
Por eso, en mis armarios
guardo frutas maduras,
y entre los pliegues de la ropa íntima
escondo, con manojos secos de vetiver,
membrillos redondos y pintones.
Mi piel está impregnada
de esta fragancia viva;
besarás mil mujeres, mas ninguna
te dará esta impresión de arroyo y selva
que yo te doy.
(Juana de Ibarbourou)
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