viernes, 23 de octubre de 2009
Anna (Valencia)
Hace unas semanas, entre los e-mails que recibo sobre asuntos y actividades para discapacitados leí que una asociación de la localidad vecina de San Vicente organizaba una excursión al lago de Anna, en la provincia de Valencia. Nunca había ido allí, y eso que me habían hablado bien de ese lugar. Así que, ni corta ni perezosa, llamé por teléfono a informarme. Como el precio era asequible, me apunté. Me interesaba, además, contactar con discapacitados cercanos para ampliar información sobre cualquier tipo de asuntos referentes a nuestro grupo, y, por qué no, ensanchar el círculo de amistades.
Algunas semanas después de la fecha prevista, pospuesta por el temporal de lluvias, el 4 de octubre nos dirigimos a San Vicente para allí tomar el autocar adaptado con bastante retraso sobre la hora prevista. Pronto se evidenció que, exceptuando a algunos niños que viajaban con mayores, aquello parecía más bien una excursión del Imserso de tan ancianos que eran nuestros compañeros de viaje. No se me tome como un comentario peyorativo; antes al contrario, la gente era muy simpática, pero habríamos preferido de edad más cercana a la nuestra.
Ya en la localidad de Anna, el conductor de autobús, bastante despistado, nos dejó bastante lejos del centro, lo que tiene poca gracia para gente con dificultades ambulatorias. Como se pudo llegamos al Palacio de los Condes de Cervellón.. Aquí nos hicieron pagar 1 euro para entrar cuando en la mayoría de museos, catedrales y similares no pagamos. Para colmo, no funcionaba el ascensor que subía al primer piso.
El palacio en sí no estaba mal si una se hacía a la idea de que era un pastiche de La Alhambra. Me pregunto qué queda del palacio original: actualmente después de varios años de reforma, ha sufrido un cambio drástico de su forma para resultar otro totalmente nuevo con estética árabe y acabados manuales totalmente detallados. También se expone un museo con herramientas y útiles fruto de donaciones voluntarias que va desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
De allí nos llevaron al paraje natural para comer primero en el restaurante Marchena, el único de la zona. Si alguna vez vais por allí, llevaos el bocata. Vale que el menú era barato y que el local estuviese abarrotado, con muy poco personal para atender, pero no justificaba lo mal que nos trataron. Para empezar, la encargada del grupo hubo de reclamar el aperitivo que había concertado: cascaruja y unas bolsas de patatas fritas en cuyo reverso se leía “prohibida su venta”. Según dicen, la cerveza era de pésima calidad. Dejaron las paelleras de arroz y gazpachos sobre la mesa con la pretensión de que nos sirviésemos nosotros mismos: ¿cómo íbamos a saber cuántas raciones se extraían de cada? De postre se suponía que habría para elegir flan, helado y fruta, y nos dijeron que sólo quedaba fruta, en concreto tajadas de melón y melocotones. Como no me apetecían, no comí postre. Una señora que había a mi lado, que se acababa de comer un melocotón fue a coger otro y la dueña del restaurante la recriminó que sólo era una pieza por persona, a lo que le repliqué que se la podía comer porque yo no había tomado la mía. La estúpida señora no se la quiso dar hasta que vio que sobraban; entonces la compañera no se la aceptó sino que le pidió el libro de reclamaciones que le trajeron con muy malos modos. En fin, que fue una pena pasar por una situación tan desagradable cuando lo que se intenta es pasarlo bien.
Después fuimos a ver el objetivo de la excursión. Aproximadamente a 1 km al suroeste de Anna y a una altitud sobre el nivel del mar, de 195 m, se encuentra el lago llamado "La Albufera". Está rodeado de sauces y chopos que en verano producen una acogedora sombra, donde se refugiaban sus numerosísimos visitantes. De su fondo brotan grandes manantiales de agua cristalina, abundando numerosos “ullals” que continuamente lo alimentan. Patos, peces y demás animalitos acuáticos están tan acostumbrados a la gente que se acercan a la orilla a que les den comida. Lástima que no esté mejor acondicionado para discapacitados, podrían tomar ejemplo de Aigüestortes. Habiendo estado en el susodicho parque natural recientemente nos impidió admirar la albufera como era de esperar pues salía perdiendo en la comparación. De todas maneras, vale la pena, aunque nunca recomendaré el fraude de restaurante.
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3 comentarios:
Conchi, no paras. Je, je
HERMOSA LUGAR Y TU EN EL, QUE ENVIDIA! Y COMO DICE ANA, NO PARAS.
Muy bonito lugar, sin duda. Se me ponen los dientes largos viendo las fotos. Y es que hay sitios preciosos en España. Nunca viene mal conocer también un poco otros países, pero a la hora de disfrutar de la belleza, muchas veces la tenemos más cerca de lo que pensamos.
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