Sinopsis:
La
historia de amor entre la joven Alma Velasco y el jardinero japonés Ichimei
conduce al lector por un recorrido a través de diversos escenarios que van
desde la Polonia de la Segunda Guerra Mundial hasta el San Francisco de
nuestros días.
«A los veintidós años,
sospechando que tenían el tiempo contado, Ichimei y Alma se atragantaron de
amor para consumirlo entero, pero mientras más intentaban agotarlo, más
imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o
temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el
destino de un zarpazo y aun así quedan brasas calientes listas para arder
apenas se les da oxígeno.»
A lo que iba: se lo pedí prestado a una alumna y lo afronté con cierto recelo, dada la decepción con las últimas novelas de Isabel Allende. La presente no llega a la altura de sus mejores creaciones pero me ha agradado más de lo que esperaba.
La autora se luce más en la narración de épocas históricas que en la actual. Aun así, la recreación del campo de confinamiento de japoneses en EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial me ha resultado demasiado familiar, como si lo hubiera leído o visto con anterioridad. No me preguntéis dónde, que no lo recuerdo.
La historia de amor principal es bastante dispar en cuanto uno aporta mucho más valor y entrega que el otro. Me ha conmovido otra pareja que se revela al final.
Como telón de fondo, los estragos físicos e intelectuales que conlleva el paso del tiempo, el deterioro de la edad. Lo que no impide la capacidad de amar, se tengan los años que se tengan.
1 comentario:
Me gusto mucho cuando lo leí.
De hecho, pensé, "Isabel ha vuelto al camino que me gusta".
Sus primeros trabajos, monumentos al realismo mágico, me parecieron insuperables. Ése es el camino que a mí me gusta, pero que del que ella se separó.
Nuestros caminos se separaron, pero sigo dáandole y le daré oportunidades de que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.
Por supuesto, el amor no tiene edad. Y muchas cosas en la vida no tienen edad. Simplemente hay que tener ganas y voluntad de hacer cosas, de salir de la tan archimencionada "zona de confort".
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