Sinopsis:
El movimiento sufragista nació en Inglaterra en vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La mayoría de las sufragistas no procedían de las clases altas, sino que eran obreras que veían impotentes cómo sus protestas pacíficas no servían para nada. Entonces se radicalizaron y, en su incansable lucha por conseguir la igualdad, se arriesgaron a perderlo todo: su trabajo, su casa, sus hijos y su vida. La protagonista es Maud (Carey Mulligan), una mujer que reivindicó denodadamente la dignidad de las mujeres.
Cada vez que se acercan elecciones, dado el panorama político español, me planteo pasar de votar. Luego pienso en lo que tuvieron que luchar las sufragistas por obtener el voto para las mujeres y, aunque sea como homenaje y agradecimiento a ellas, voy a ejercer mi derecho. Por desgracia, aún hay países en el mundo que no lo reconocen, como se explica en los títulos de crédito finales de esta película.
Como no podía ser de otra forma, es un film de mujeres. Carey Mulligan desprende sensibilidad y vulnerabilidad a la par que convicción. Helena Bonham-Carter vuelve a ejercer de actriz y no de payasa. Y qué decir de la inmensa Meryl Streep, robando la escena con apenas unos minutos.
Volviendo a la película, la descargué supuestamente en VOSE, pero resultó que carecía de subtítulos, de modo que me perdí más de un matiz, en especial cuando las que hablaban eran representantes de las clases bajas cuyo inglés se aparta más del estándar. Con todo, me emocionó la historia de esas pioneras que se enfrentaron al poder establecido, a la sociedad bien pensante y, sobre todo, a sus maridos a costa de perder a sus hijos. Bravo por ellas.
1 comentario:
Tenemos unos políticos lamentables que más que un voto bien se merecen una patada en el trasero.
El que podamos votar en este país es un tema que ha supuesto la vida y la lucha de una serie de personas. Muchas de ellas deben estar revolviéndose en sus tumbas ante el panorama político español.
No me fío de la clase política. No me gusta el sistema electoral de listas cerradas ni la Ley D'Hondt con su distribución de restos.
A mí parecer el sistema francés y el británico me resultan más justos.
Llevo mucho tiempo votando en blanco porque no me fío de los políticos, no me creo sus programas. Pero ejercito mi derecho al voto, por respecto y en homenaje a todas las personas que, como dije antes, dieron su vida y lucharon para que ahora podamos votar.
Si le doy mi voto a un partido, le estoy dando un arma. Luego ese partido puede cumplir lo prometido o no. Si no lo cumple, me sentiré traicionado habiéndole dado, como le he dado ya mi voto.
Ahora voto en blanco, si en un futuro un partido cumple lo prometido y trabaja para el bien común, no para el bien privado, contará con mi voto.
Y la inauguración de la legislatura la semana pasada, vaya circo ... pero eso es otra historia.
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