martes, 17 de enero de 2017
La ciudad de las estrellas (La La Land)
Sinopsis:
Narra una tempestuosa historia de amor que se verá obstaculizada por el afán de triunfo de los protagonistas. Mia, una aspirante a actriz que trabaja como camarera, y Sebastian, un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima amenaza con separarlos.
Teniendo en cuenta mi amor por los musicales y las críticas positivas de dos buenos amigos del blog, tenía que ver a la fuerza esta película, por si no bastaran sus múltiples premios. Los aspectos que quiero destacar son varios. Para empezar la atemporalidad de la historia y de las imágenes: de no ser por los teléfonos móviles, lo que se nos cuenta podría tener lugar en cualquiera de las décadas del siglo pasado o del presente, lo que nos recuerda también los títulos de crédito de al principio y del final, ese glorioso cine en Cinemascope y Technicolor de los clásicos de antaño. Con ellos comparte también la elegancia en los números musicales, tanto de canto como de baile. El amor por el cine, la literatura, la música y cualquiera de los sueños que uno persigue y por los que vale la pena luchar, aunque no sé hasta qué punto, porque, sin querer destripar nada, parece ser que pueden ser incompatibles con la felicidad privada. Así, parafraseando al maestro Serrat, podría decir que "no hay nada más bello que lo que nunca he tenido".
Con todos los méritos, me duele decir que no es una película redonda, al menos a mí no me lo ha parecido, y raro es que disienta con tan ilustres voces que la sitúan en un altar. Entre unos números musicales y otros, lo mejor de la película, se declaman unos diálogos tópicos y sosos, a mi parecer. No me arrepiento de haber pagado por verla, pero tampoco ha llenado mis expectativas.
Sin menospreciar la labor actoral de Ryan Gosling, lo cierto es que este hombre no me hace ni fu ni fa, no logro conectar con él, quizá por eso no me ha acabado de convencer. Ya estaréis diciendo: esta Conchi, siempre con sus hormonas alteradas, que no disfruta de una película si no sale un tío que le gusta. Creo que a estas alturas puedo decir que no. Por ejemplo, me habría encantado que Tom Hiddleston hubiese hecho este papel porque le habría dado más alma. Repito que son suposiciones mías con las que nadie tiene que estar de acuerdo, por supuesto. Nada que objetar sobre Emma Stone y sus enormes ojazos que llena la pantalla de ilusión, de desencanto y de todos los las emociones que sabe destilar.
Os dejo con una crítica mejor pergeñada que la anterior, perteneciente al blog de nuestra amiga Nina:
https://ninapenya.wordpress.com/2017/01/15/la-la-land-o-la-nostalgia-hecha-cine/
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