Sinopsis:
Ante la insistencia de quienes reclaman desde hace años sacar a la palestra el universo masculino, Caitlin Moran ha decidido adentrarse en él de una vez por todas para tratar de analizar sus rasgos particulares, desentrañar el origen de nuestras concepciones establecidas sobre lo que «debería» ser un hombre y decidir si ha llegado el momento de cambiarlas.
Este es cuarto libro de Caitlin Moran que reseño en este blog. Me gusta su desparpajo y su sentido del humor británico. Dicho origen es a veces un inconveniente, ya que menciona referentes que no me suenan de nada y no, no pienso buscarlos. Lo bueno es que, referencias aparte, comparto a grandes rasgos el hecho de ser mujer de mediana edad en la Europa Occidental contemporánea.
Adalid del feminismo, ya nos había explicado Cómo ser mujer. No obstante, cuenta que muchas lectoras le cuestionaban sobre la masculinidad para saber cómo tenían que educar y orientar a sus hijos varones. Con la misma perspicacia, lucidez y desvergüenza con las que ha venido abordando el universo femenino, Caitlin Moran se cuestiona ahora sobre la condición masculina, sus problemas, costumbres y preocupaciones. A medio camino entre la encuesta sociológica y el chascarrillo, los capítulos de este libro abordan la forma de comunicarse de los hombres, entre ellos y con las mujeres, su idea de la amistad, la relación que tienen con sus cuerpos y con la ropa, su visión del sexo y la pornografía y cómo se enfrentan a la paternidad, la madurez, la enfermedad y, finalmente, la vejez.
Ameno, divertido e iteresante.

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