Alain Delon (1935-2024) ha fallecido a los 88 años. D.E.P.
Heredé de mi hermana la fascinación por este hombre, el más bello del mundo, con permiso de Paul Newman. A mi amiga Mª Ángeles también le encantaba.
Actor entre los más conocidos del cine francés, apareció en películas que atrajeron a un total de 134 millones de espectadores, lo que lo convirtió en un campeón de taquilla como Louis de Funès y Jean-Paul Belmondo al mismo tiempo. Habiendo compartido cartel con grandes actores como Jean Gabin, Simone Signoret, Romy Schneider o Lino Ventura, un gran número de películas en las que interpretó se han convertido en clásicos del cine, entre las que destacan: A pleno sol (dirigida por René Clément, 1959), Rocco y sus hermanos (dirigida por Luchino Visconti en 1960), El eclipse de Antonioni, 1962, El gatopardo (también de Visconti, 1963), El silencio de un hombre (Le samouraï, dirigida por Jean-Pierre Melville, 1967), Nuestra historia (de Bertrand Blier, 1984), etc.
De Alain Delon, sin ninguna duda la estrella masculina más deslumbrante del cine francés, lo sabemos a estas alturas todo. O casi. Conocemos bien su infancia turbulenta y el fugaz paso de un colegio a otro, expulsado siempre a causa de ese carácter tan poco dócil que le acompañó toda la vida; el servicio como paracaidista en la Guerra de Indochina; su nocturna amistad con el actor Jean-Claude Brialy, que, invitándole a acompañarle al Festival de Cannes, le abriría las puertas del cine; sus muchos amoríos, a menudo malhadados, con Romy Schneider, Nico, Dalida, Lana Wood, Mireille Darc, Anne Parillaud… Y sus tres hijos legítimos –Anthony (fruto de su único matrimonio, con la actriz y escritora de origen español Nathalie Canovas), Anouchka y Alain-Fabien (ambos de la modelo neerlandesa Rosalie van Breemen)– más otro nunca reconocido, Ari, que tuvo con Nico.
También sabemos de sus negocios, muy diversos y a veces no demasiado boyantes, como el establo de caballos de carreras, sus marcas de gafas de sol y ropa o la promoción de veladas de boxeo. Y, por supuesto, el militante apoyo brindado al Frente Nacional de Le Pen padre, a quien fue una de las primeras celebrities en respaldar públicamente. Igualmente público es que, en la cima de su carrera, en 1970, adquirió en subasta el manuscrito original del célebre L’Appel du 18 juin, el discurso que general De Gaulle dirigió a sus compatriotas tal día de 1940 exhortándoles a resistir frente al invasor alemán –por el que pagó la nada desdeñable cantidad de 300.000 francos de la época–, para donarlo a la nación. E incluso que, pese a ese fogoso patriotismo, en 1999 obtuvo por fin la rentable nacionalidad suiza.
Hasta aquí un breve esbozo del hombre que de ningún modo consigue representarle. Para tratar de completar un retrato resulta imprescindible dibujar su dimensión esencial, que no es otra que la de icono. Y es que, con permiso de su amigo Jean-Paul Belmondo y la bendición del padrino de ambos, Jean Gabin, Delon fue no sólo el actor más emblemático del cine galo, también –sobre todo– un auténtico mito, dentro y fuera de la pantalla. 1960, año del estreno de A pleno sol, según la célebre novela de Patricia Highsmith, y del de Rocco y sus hermanos, de Luchino Visconti, uno de sus grandes valedores, sino el mayor, marcó el inicio de su éxito internacional.
A lo largo de las dos siguientes décadas trabajaría con cineastas de la talla y el talento de Michelangelo Antonioni, Visconti de nuevo, Jean-Pierre Melville, Louis Malle, Valerio Zurlini y Joseph Losey en un puñado de obras maestras: El eclipse, El gatopardo, El silencio de un hombre, Historias extraordinarias, Círculo rojo, La primera noche de la quietud y El otro Sr. Klein. Y aún debía de encontrarse con Godard, en Nueva ola (1990). También lo hizo, claro, con peritos del séptimo arte, como Jacques Deray, Henri Verneuil, Christian-Jaque y René Clément, responsables de taquillazos como La piscina, Gran jugada en la Costa Azul, El tulipán negro, ¿Arde París?, El clan de los sicilianos, Borsalino, etc.
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