Me queda por contaros el día grande, el del Rey Moro, el 28 de diciembre. Como veis en las fotos, mi sobrino estaba guapísimo, imponente a la entrada a la plaza montado en un caballo precioso. La Reina Mora también, no lo niego, pero yo sólo tenía ojos para el hijo menor de mi hermana. Si estaba nervioso y me figuro que sí, lo disimuló muy bien, y con gran seguridad alzando la espada saludó a las autoridades que estaban en el balcón del ayuntamiento. Entre los aplausos unánimes de todos los asistentes, en la segunda vuelta se dirigió a saludar al balcón de una tía mía desde donde estaba viéndolo mi madre. Ahí me emocioné al pensar en lo alterada que estaría mi madre de ver a su nieto tan majestuoso. Cuando todo concluyó, la abuela de la criatura confesó que en aquel momento le temblaban las rodillas y apenas podía sostenerse en pie.
La pena es que, nada más llegar los protagonistas a la plaza, empezó una débil lluvia. Menos mal que no se convirtió en un chaparrón que hubiese ahuyentado a los espectadores. Al contrario, la gente sacó los paraguas pero de allí no se fue nadie. Al rato, cesó la lluvia y pudimos disfrutar del resto del festejo.
De allí al garaje de mi sobrino al convite que los Reyes Moros ofrecen a “danseros y ballaores”, acompañantes, banda de música, y demás familiares y amistades. Cuando acabó (sobró comida para tres banquetes más), se tomaron las fotos que adjunto. De izquierda a derecha, mi sobrino Toni, mi hermana, mi sobrino Carlos, mi hermano Tomás, la Reina Mora Salomé, mi cuñada Dolores, Lidia (la novia de Carlos) e Isabel, la cuñada de mi hermana.
1 comentario:
Magnífico reportaje, así me gusta, detallando las cosas y poniendo fotos, que a mi siempre me gustan las fiestas de danses pero este año no podido ver ni un día.
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