Este fin de semana hemos estado de fiestas en Agost en honor a la patrona, la Virgen de la Paz. El viernes por la noche fui a la parroquia a oír a mis convecinas (por sólo dos hombres que participaron, me niego a usar el masculino genérico) cantarle una serenata a la Virgen. Casi llego. En circunstancias climatológicas normales, el cantón de la torre de la iglesia, ignoro por qué combinación de factores, es un lugar muy ventoso. Imaginaos, pues, la noche del viernes: las señoras se agarraban del bracete unas con otras para poder vencer la resistencia del viento y llegar a su destino sin salir volando cual Mary Poppins sin paraguas. Volviendo a la serenata, es un acto muy emotivo donde las fieles de mi localidad cantan a capela romances y folías en las que alaban a María, le piden favores o le agradecen los obtenidos. Entre estrofas, suena la dulzaina y el tamboril. El acto concluye cuando todos los asistentes cantamos el Himno a la Virgen de la Paz. Es entonces cuando la emoción nos embarga y se me escapa una lagrimita, no tengo reparo en admitirlo, aunque veo que no soy ni mucho menos la única que lleva el pañuelo en la mano y se enjuga los ojos con mayor o menor disimulo. A continuación, se sirven rollitos de anís y vasitos con mistela.
Al día siguiente, con el viento arreciando, ataviados con sus mejores galas, abarrotan la parroquia muchos de mis paisanos, con independencia de que el resto del año asistan a misa o no. Lo importante es que acuden a la solemne misa mayor por fe, a excepción quizás de las reinas de las fiestas y de la corporación municipal que lo hagan por obligación. El oficiante principal de la misa fue Lucio, un sacerdote que dejó muy buen recuerdo en su paso por aquí, asistido por Nacho, que lo acompañó aquellos tres años, y por Paco, nuestro actual párroco. La presencia de un coro y una orquesta de cámara alicantinos contribuyó a la belleza y solemnidad de la misa. Y sí, volví a emocionarme y a soltar alguna lagrimilla. Llorona y sensiblera que es una.
A continuación, me fui pitando a casa para evitar la pesadilla de la tremenda traca que estaba proyectada tirar en la plaza del Ayuntamiento. Me ilusionaba la perspectiva de que se suspendiera a causa de la ventolera, pero ni por ésas. Después me enteré que Luna estuvo presente y ni se inmutó con los escandalosos decibelios. Nos ha salido festera la tía.
Por la tarde sí se pospuso la procesión para el día siguiente, no sólo porque el viento no permitiría llevar las velas encendidas sino porque se temería quizás por la integridad de la imagen de la santa. Lo malo es que ayer llovió, por lo que la Virgen se quedó sin procesión este año. Hasta el próximo.
La foto está tomada de http://www.agost.com/ y es de hace unos años.
1 comentario:
Este es el primer año, que yo me acuerde, que se ha suspendido la procesión
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