jueves, 30 de mayo de 2013

Erotismo, capitalismo y la misma historia de siempre



Parece que el erotismo está ahora muy de moda. Sin ir más lejos, días atrás he catalogado (y me temo que echado un vistazo) un libro que se titula ·Capital erótico: el poder de fascinar a los demás". En inglés se titula "Honey money" y más o menos hace lo que los italianos llaman "scoprire l'acqua caldara". Es decir, que se limita a repetir algo muy conocido por todos: a saber que si eres atractivo/a ("a", más  que "o"), nada como utilizar tu potencial erótico de forma calculada para ascender en tu trabajo o conseguir una pareja de "buena calidad" (más económica que otra cosa). Entre otras lindezas, y supongo que en parte no le falta razón, aplica las leyes del mercado a los comportamientos sexuales y arguye que hay un desfase entre oferta y demanda sexual y entre los hombres y las mujeres a partir de los treinta años. Por supuesto, son los hombres quienes tienen exceso de apetito y las mujeres defecto; pues bien, nos insta a las mujeres a que utilicemos (calculadoramente, se entiende) ese, digamos "desajuste" en favor nuestro y que cultivemos nuestra belleza física y nuestro atractivo erótico al completo para encandilar, seducir y, eventualmente, medrar.
Esa propuesta, que es muy, muy vieja, la adorna con un sesgo "feminista", pero a la vez criticando el enfoque del feminismo tradicional, que condenaba el culto a la belleza física. La autora, Catherine Hakim, se suma, pues a la corriente del "neofeminismo", que propugna la... bueno, supongo que la igualdad entre ambos sexos, pero haciendo hincapié en las diferencias "esenciales" entre ellos.
Supongo que habría que concederle la razón en algunos de sus postulados: tradicionalmente, las mujeres somos las mayores adversarias de aquellas de entre nosotras que descuellan por su belleza. Las tratamos con malicia y crueldad, llegando incluso hasta el acoso y la lapidación virtual. Eso no está nada bien, aunque supongo que la razón de fondo es eliminar una competencia que sentimos “desleal”. Siguiendo con los puntos “aprovechables” de la propuesta,  tampoco estaría de más una toma de conciencia acerca del cultivo de nuestro atractivo físico como fuente de bienestar y de seguridad en nosotras mismas. Yo creo que la mayoría de las mujeres ya hacemos lo que buenamente podemos en ese sentido, pero es posible que un esfuerzo extra nos reportase sensibles beneficios.
Pero lo siento. Esa concepción calculadora, manipuladora, de la belleza y el deseo sexual como palancas de ascenso social y económico no terminan de convencerme, por más que estén bien instalados en nuestras prácticas cotidianas y que los números avalen esa realidad. Salvando las distancias, las guerras, el hambre y la explotación infantil son también el pan nuestro de cada día, y eso no los convierte en más justos ni más recomendables. Que tenemos tendencia a ser indulgentes y a ceder a la fascinación de la belleza y el atractivo sexual, es cierto. Pero, como tantas otras características propias de la condición humana, son tendencias contra las que hay que luchar, no sucumbir de buenas a primeras, y, sobre todo, no darles pábulo.
Recordemos, por si se nos había olvidado, que desde hace relativamente poco estamos tratando de implantar en nuestras sociedades un principio que es también muy viejo, pero que hasta ahora había tenido serios problemas para extenderse al conjunto de la población: el mérito personal como palanca de ascenso social.
La llamada "meritocracia" está ahora en gran peligro. Con el cuestionamiento de los mecanismos públicos de ascenso social, son los "contactos" familiares y académicos los que se están imponiendo. Es decir, la riqueza y el poder se están concentrando a pasos agigantados, los buenos puestos de trabajo van escaseando cada vez más, y ante ese panorama se recurre a los métodos de siempre: quién conoce a quién, quién fue compañero de clase con quién... y quién se acuesta con quién. O, cuando menos, quién "promete" o "insinúa" que, llegado el caso, se acostaría con quién.
En resumen, me parece un retroceso. Pragmático, sí. Realista, puede ser. Instrumental, en todo caso.
Pero no ético. Ni justo.
Se argumentará que la inteligencia también es un don natural, y que unos reciben por genética más que otros. Quizás, pero la inteligencia es un don "abstracto" y cultivable. Neutro, al fin y al cabo. Igualmente, se puede sostener que en belleza física es también posible que, mediante el tesón, el esfuerzo continuo y una razonable cantidad de dinero, es factible superar los obstáculos de la naturaleza. Cierto, pero yo me pregunto: ¿y cuánto tiempo, dinero y esfuerzo hay que emplear de esa manera en la propia persona para que la fachada exterior esté a la altura de nuestros objetivos? Dinero, tiempo y esfuerzo que no se dedicarán, por imposibilidad física de tiempo disponible y de recursos económicos, a cultivar otras áreas de nuestra personalidad, a mi entender mucho más vitales, o a atender las necesidades de las personas de nuestro entorno. Imagino, en todo caso, que los profesionales de la estética se estarán frotando las manos con las posibilidades que este libro les brinda en caso de que tenga eco entre un público muy mayoritario.
En un punto del libro se nos pone como ejemplo a seguir a la modelo Kate Moss, ya que tiene una exitosa carrera profesional y un gran éxito sexual que se plasma en una larga sucesión de parejas sexuales. Perdone, señora Hakim, pero con todos los respetos hacia la señorita Moss, de cuya profesionalidad no dudo, yo considero que una persona que consume cocaína para poder seguir con su ritmo de vida y que no consigue afianzar una relación duradera, no es precisamente el tipo de persona que admiro ni envidio. Si a ella le va de perlas con ese tipo de vida, me parece estupendo, pero si hay que escoger a una modelo como ídem, sin duda prefiero a Valeria Maza, que no le va a la zaga en belleza y que me parece, en general, una mujer de más valía.  
Puede que peque de puritanismo, cuando no de algo mucho peor, pero a mí me parece que el sexo y la seducción, al igual que la religión, deben mantenerse en el ámbito estrictamente privado, y ser usados únicamente como fuente de gratificación personal más o menos efímera o para reforzar relaciones ya existentes. Lo confieso, pero el sesgo calculador en la seducción cuando es utilizada para "conseguir" algo de alguien, siempre me ha desagradado profundamente, tanto en hombres como en mujeres.
El encanto ha de ser espontáneo, natural... y desinteresado.
De lo contrario, lo siento, pero no me interesa.


6 comentarios:

carolina dijo...

Perdón por algunas comas mal puestas al principio y por el ataque de "suponitis". Seguro que hay otras faltas, pero de momento no las he localizado.
Ah, y saludos a todos.

Conchi dijo...

El enchufado y el trepa siempre han existido y me temo que no desaparecerán de la vida laboral, menos ahora conforme están las cosas.
No soy partidaria de usar el sexo para medrar social o laboralmente, pero, por desgracia, los casos proliferan. Sin llegar a extremos, cada vez son más las ofertas de trabajo que exigen "buena presencia" y los CV apenas se admiten si no van acompañados de fotos. Penoso.

márian dijo...

Más que penoso, diría que es vergonzoso.
Me parece sorprendente que se valore tanto la fachada y se de tan poco valor al interior, ¿no es para preguntarse...?, ¿ es el cerebro humano tan lógico como creemos ?.
En mi opinión ( estúpida o con suerte no tanto ) la belleza es un don, como la voz de los cantantes profesionales. Se debe valorar como un placer para los sentidos, como los que hacen y crean obras de arte en cualquier faceta artística, pero de ahí a obsesionarse con un don como el de la belleza, que no es cultivado por el tesón o por la capacidad de alcanzarla cuidándola pacientemente, sino por métodos quirúrgicos y por lo tanto falsos y chapuceros, no benefician más que al doctor en estética que al paciente, la mayor de las veces. Un prueba más de que los humanos mientras más artificiales, menos personas.
Yo admiro la belleza en general, pero siempre que vaya acompañada por el talento o por la gracia o por cualquier atributo loable. Si carece de ello, pronto me aburre.
La verdadera bondad, provenga de quien provenga, me parece más bella, porque hay que buscarla, muchas veces en cuerpos y rostros que muchos a priori lo descartarían porque asocian esta virtud con la otra. Así nos va.
Un saludo

JMYESTE dijo...

Como siempre, Carolina, artículo brillante, sensato y apto para cualquier publicación que se precie... y por supuesto suscribo todo lo que dices.

JMYESTE dijo...

Soy Mari Pau pero como escribo desde el instituto, alguien se ha dejado abierta su cuenta de google y por eso sale este nombre raro.

Johnny dijo...

Felicitaciones a Carolina por su excelente comentario del libro en cuestión. Y es una lástima que la apariencia cuente mucho en las relaciones interpersonales.