Aún cansada del viaje de tres días por Andalucía, del que hablaré en otro momento, a mi regreso a Agost lo encontré inmerso en la vigésima Feria Artesanal y Gastronómica. Tras el parón del año pasado por la pandemia, no estaba muy claro que este se pudiera celebrar. Aunque no ha sido tan completa como antaño, se ha trabajado por alcanzar una cierta normalidad pre-covid.
El lunes 11 por la mañana, Mari Pau y yo nos unimos a turistas y paisanos para realizar la ruta de la alfarería, que pasó por los lugares de mi infancia, como hija del gremio, y desembocó en el Museo de Alfarería donde fue tomada la foto.
Al día siguiente, último de la feria, me uní a unas cuantas Guapetonas para almorzar en una terraza desde donde ver el ambiente de la gente que paseaba y adquiriría objetos típicos.
A continuación, efectuamos unas compras para un próximo cumpleaños.
De ahí, sin apenas solución de continuidad, empezó la ruta de las campanas, con la compañía de mi hermana, la pequeña María y mis amigas Mari Pau y Leonor. Terminó en la ermita de San Pedro, ahora desacralizada y convertida en un centro de interpretación. No podía faltar la foto con Agost a nuestras espaldas.
Hasta el año que viene, Dios mediante, con más actividades.
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