Acabo el curso con bastante alivio por haberme escapado del bicho -toco madera- y haber podido terminarlo con salud. No me cansa impartir las clases sino el desplazamiento: a partir de la semana que viene, creo que no saldré de casa hasta bien entrada la tarde. El último día, con el pico de la ola de calor, se me hizo eterno, aunque estoy contenta de que haya llegado a su fin con la suficiente normalidad.
Aun así, no he querido celebrar la comida de fin de curso, que tampoco está la cosa tan clara. Es evidente que el covid se va quedar y que no es excusa para no retomar la rutina, pero no estoy tranquila. Espero poder realizarla al acabar el próximo curso.
Con todo, he recibido algunos regalitos: un inglés que viene a clases de español me trajo una caja de bombones y un grupo de tres alumnas de inglés se pasaron con los obsequios: camiseta, collar, fular, sombrero y bolso.
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