Para estar más tranquila el día de mi cumpleaños, invité a comer a las Guapetonas la víspera. Me hizo mucha ilusión tenerlas conmigo para compartir un rato de conversación amena, aunque cada vez verse más sobre salud, y que con sus voces melodiosas me cantaran sus buenos deseos. Me abrumaron a regalos: un estuche de colonia, una falda y dos blusas, todo precioso. El inconveniente es que, como me quieren tanto y me miran con tan buenos ojos, no se percataron de los muchos quilos que me sobran y las blusas eran un poco pequeñas. Nada que no solucione un cambio, que es lo que he hecho.
No, no se me olvida ponderar la exquisita tarta de nata y caramelo Werther que me obsequió la gran repostera Rosa, pura delicia.
El mismo día de mi cumpleaños Pedro y yo fuimos a comer al wok oriental, que hacía tiempo que no recibía nuestra visita. El resto lo pasé contestando llamadas y mensajes por redes sociales. El año que viene, si Dios quiere, más.
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