Sinopsis:
Ange tiene diecinueve años, vive en Bruselas y estudia filología. Para ganarse algún dinero, decide comenzar a impartir clases particulares de literatura a un adolescente de dieciséis años llamado Pie. Según su despótico padre, el chico es disléxico y tiene problemas de comprensión lectora. Sin embargo, el problema real parece ser que odia los libros tanto como a sus padres. Lo que a el le apasiona son las matemáticas y, por encima de todo, los zepelines.
La referencia a esta novela me llegó por un artículo sobre buenos libros cortos. Este último adjetivo es el que me decidió, porque me cansa leer tochos. De hecho, tengo dos pendientes con muy buenas opiniones y que me apetecen bastante pero ambos superan el millar de páginas y, francamente, me da muchísima pereza.
Con tan solo 144 páginas, la belga Amélie Norhomb nos engancha desde la primera línea en una historia aparentemente sencilla pero que contiene mucha miga.
Para empezar, quizás lo más evidente es el amor por la literatura, por la lectura, por los clásicos griegos y romanos incluso. La protagonista es estudiante de filología e introduce numerosas referencias a libros, bastante de las cuales habré perdido.
El otro protagonista es un adolescente que sufre la rebeldía propia de su edad aunque con una lucidez poco acorde con ella para analizar la relación que mantiene con sus padres, quizás un poco caricaturizada. Un joven falto de amor familiar que termina como termina.
Para terminar, resaltaré un rasgo muy característico del francés que en España se ha perdido: el tratamiento de usted que no se apea hasta que la confianza es grande. Aquí sería impensable que un alumno de 16 años y su profesora particular de 19 no se tutearan.
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