El sábado por la noche subí a la ermita de San Pedro, hoy desacralizada y convertida en un centro de interpretación, para asistir a un evento del Festival de Narración Oral El Xiulit, con mis amigas Paqui y Encarni. Excepto nosotras y una pareja, el resto de asistentes eran forasteros, lo que demuestra el escaso interés de mis paisanos por ciertos actos culturales. El relato para adultos con que nos obsequió el jienense Nono Granero se titulaba El camino más corto. Fue una delicia dejarse llevar por sus palabras, su gesticulación, su interacción con el público, y volver a la infancia en el sentido de subyugarnos con el relato contado, tradición que se está perdiendo. A continuación, habíamos pagado una cena de picoteo, que no estuvo tan bien como otras anteriores que nos habían costado lo mismo.
Al día siguiente, esta vez con Mari Pau, nos dirigimos al Museo de Alfarería donde el mismo cuentacuentos no solo nos deleitó con otra narración sino que también nos admiró con una serie de mapas ilustrativos de itinerarios de diversos cuentos, mapas a su vez inspirados en distintas épocas y estilos, toda una lección de cartografía y arte.
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