Alberto, en Egipto

 

Es difícil definir Egipto, arena y caos en proporciones infinitas; bullicio, basura, ruido, atascos, ningún respeto por las normas de tráfico, igual derecho tiene para ir en dirección contraria una moto con 5 ocupantes, que un carro tirado por un burro famélico...

No he conocido país más desesperante, casi diría que incluso desesperado, con las personas convertidas en cazadores de recompensas, todo el día con algo que vender, la mano tendida en busca de una moneda, igual en la recepción de un hotel *****, que en los más tétricos y polvorientos callejones, en los baños públicos igual que en los privados (bares, tiendas...)..

Cruzar una avenida es encomendarse a todo faraón conocido, y repetir, como hacen ellos, "No pasa nada !!".

Luego está el "resto", maravillas de insuperable nivel, con esa esfinge desafiando a los siglos con un orgullo de piedra que nada puede quebrar. Y las pirámides, bloques incontables con un misterio en cada poro, igual que si supieran que todo acabará y ellas seguirán latiendo minutos...

El nuevo museo es digno de un faraón importante, miles de piezas organizadas con delicadeza, explicando el paso del tiempo con meticuloso detalle, todos los tesoros en una misma mirada, una feroz orgía de matices, colores, formas, casi diría que sabores... El Nilo se hace querer, con su majestad imponente, surtidas sus orillas de templos que provocan emoción y escalofrío, bajo un sol feroz, mientras otra cerveza Stella riega las. horas de navegación.

Estuvo bien, con mis chicas (Raquel, siempre Raquel... mi Rufi del alma, y Gloria, toda sensatez y sosiego). Me despedí del desierto y del caos, aliviado quizás de volver a la calma rutina, habiendo pisado milenarias calles, contento de saber que la fascinación de Egipto todavía me hace temblar...

Alberto. El Cairo. 6 junio 2025