Una noche llevamos a Juanfra al cine La Esperanza de San Vicente. En los meses estivales se convierte en cine de verano al aire libre. A mi amigo le encantó reencontrarse con el cine de su infancia donde poder comer pipas, por ejemplo. Además de las sillas de plástico, se encuentran algunas mesitas, que sin duda han visto tiempos mejores, que la gente usa para extender sobre ellas su cena, sean bocadillos e incluso fiambreras, junto a toda clase de chucherías dulces y saladas.
Fuimos a sentarnos al lado de una paisana y casi tocaya mía, mi amiga Mari Conchi, a la que veo menos desde que se casó y se mudó a San Vicente. Allí estaba con su marido y sus dos retoños que se portaron de maravilla en comparación con algunos niños que no paraban de corretear, chillar y molestar mientras que sus padres, tan tranquilos, les permitían tales desmanes sin importarles que la gente les chistase pidiendo silencio. Menos mal que la película me interesaba más bien poco: Transformers 2: la venganza de los caídos, que ya os comenté.
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