Tras
el día de calor del bautizo de Manel, para refrescarme un poco, me dirigí al auditorio a ver el
espectáculo de danzas regionales que era a las 9. Casi media hora después aún
no había comenzado, lo que me cabreó sobremanera. Todo lo que pase de los cinco
minutos de cortesía me parece una falta de respeto a los que llegamos a la
hora. Los responsables del acto no dan orden de empezar hasta que no acude la
gente. Como los asistentes se percatan de ello, cada vez llegan más tarde, con
lo que se convierte en la pescadilla que se muerde la cola.
Estaba tan molesta
que a los tres bailes me volví a casa. Por eso y porque también me aburría un
poco, supongo que fruto del cansancio acumulado.
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