Estos días tendría que estar contándoos cómo estoy pasando las fiestas de San Pedro, lo espectacular de los desfiles (cierto), lo cutre del show de variedades (no sé, no fui) y de que no paro en casa de acto en acto festivo, y no es así. El domingo 30 de junio por la mañana, en el chat de WhatsApp de las Guapetonas, me enteré del fallecimiento de Pepe, el hermano que le quedaba a mi cuñada Dolores, la mujer de mi hermano. El shock fue brutal para todos ya que la noche anterior había desfilado con Els Preparats, su comparsa de toda la vida, desde su fundación. Cenó en la sede de la comparsa y se marchó a casa de su madre, con quien vivía, sobre las dos de la madrugada. A la mañana siguiente fue mi cuñada a ocuparse de su madre y se extrañó de que no estuviera levantado. Se lo encontró muerto en la cama, aún caliente: su delicado corazón no aguantó más y descansó a los 66 años.
En el tanatorio, me partió el alma no solo abrazar a mi cuñada y a su hermana sino sobre todo a su madre, una mujer mayor que ha tenido que enterrar dos hijos, que en 2015 perdió al menor de sus hijos, también por un infarto.
De vuelta a casa, no tenía ánimos para ir a ver el desfile, no me parecía apropiado, pero sentí que a Pepe le habría gustado. Por cierto, a muchos de sus compañeros de comparsa, en especial sus coetáneos, les resultó imposible vestirse y desfilar. Los que sí desfilaron, los jóvenes, tenían los ojos húmedos. Era difícil contener las lágrimas.
Por supuesto, ayer asistí a la misa de funeral y acompañé a la comitiva al cementerio. Fue una ceremonia muy emotiva. Los miembros de su comparsa, ataviados con el uniforme de los desfiles, formaron una doble fila portando los estandartes que los identifican, para que el féretro pasase por dicho pasillo. Además, al son de la banda de música, el ataúd fue llevado a hombros, con los pertinentes relevos, desde la iglesia hasta el camposanto, un trecho considerable, por miembros de la comparsa y familiares.
Descansa en paz, Pepe.
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