lunes, 24 de junio de 2019

Tarde en Alicante



El sábado 15 volví a coger el autobús hacia S. Vicente. Esta vez me acompañaron mi amiga y peluquera Mª José, su sobrina Loles y su amiga Reme. Querían ver un mercadillo artesanal situado en la antigua estación de autobuses. Yo me puse en sus manos porque todavía estoy verde y de mi recorrido en tranvía no me saquen, que me pierdo en un duro de bosque. Así que en S. Vicente tomamos otro bus que nos llevó, entre mucho tráfico por actividades de las próximas fiestas de las Hogueras de S. Juan, hasta el centro de la ciudad, adonde hacía años que no me acercaba. Estuvimos de tiendas y de meriendas, y lo pasamos muy bien.

Con sobra de tiempo, buscamos la parada del 24, el que nos devolvería a S. Vicente. Al ver que tardaba y tardaba nos mosqueamos. Miramos la otra cara del poste y allí ponía que no pasaba por esa calle hasta que no acaben las fiestas. ¿Tanto costaba poner el cartel anunciador a ambos lados del poste? Con el tiempo allí perdido nos invadió la histeria (menos mal que nos dio por reír) y emprendimos una carrera hasta la siguiente parada, con tan mala pata que al llegar el autobús ya partía. Al tener que esperar un cuarto de hora más hasta el siguiente, ya supe que no llegaríamos a hora de conectar con el de Agost. Para colmo, tardamos una eternidad en salir de Alicante. ¡Con lo bien que se va en el tranvía! En resumen, tuve que llamar a Pedro a que fuera por nosotras. Menos mal que no perdimos el humor.



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