Sinopsis:
Angustiada por la inminencia de una decisión que puede afectar a toda su vida, a su matrimonio y a su familia, una mujer de cuarenta años acude a pedir consejo a su antiguo maestro de la universidad. Entre ellos se establece un diálogo torrencial, repleto de encuentros y desencuentros, en el que se irán desvelando no sólo los conflictos que lastraron su antigua relación sino los motivos por los que, cada uno por su lado, han llegado a una encrucijada fundamental en sus vidas.
No se trata de una novela al uso ya que prescinde de parte de los elementos que componen el habitual entramado de una novela. Un peso en el mundo se organiza toda ella al modo de un diálogo, el que a lo largo de tres días sostienen entre sí los dos únicos personajes que protagonizan la novela. Diálogo puro pues aquí no hay lugar para esas mínimas acotaciones que retratan a los personajes o dan cuenta de sus movimientos o gestos, del transcurso del tiempo, del cambio de escenario, etc. Todos esos datos “externos” se encuentran, por supuesto, en la novela, pero están incrustados en el diálogo, surgen de él de manera natural.
Es una apuesta arriesgada pues recae todo el peso en la pericia del autor. Al principio, he de admitirlo, choca pero este extrañamiento inicial se torna en una de sus mejores bazas al implicar más al lector, al comprometerle a un pequeño esfuerzo extra, despojado de los instrumentos de una novela al uso clásico.
El otro mérito del autor es desentrañar la peculiar relación entre una mujer de mediana edad que se plantea el futuro de su vida sentimental, familiar y profesional, con el que muchas podemos identificarnos, y su antiguo profesor de la facultad con el que antaño mantuvo una relación clandestina.
No se trata de una novela al uso ya que prescinde de parte de los elementos que componen el habitual entramado de una novela. Un peso en el mundo se organiza toda ella al modo de un diálogo, el que a lo largo de tres días sostienen entre sí los dos únicos personajes que protagonizan la novela. Diálogo puro pues aquí no hay lugar para esas mínimas acotaciones que retratan a los personajes o dan cuenta de sus movimientos o gestos, del transcurso del tiempo, del cambio de escenario, etc. Todos esos datos “externos” se encuentran, por supuesto, en la novela, pero están incrustados en el diálogo, surgen de él de manera natural.
Es una apuesta arriesgada pues recae todo el peso en la pericia del autor. Al principio, he de admitirlo, choca pero este extrañamiento inicial se torna en una de sus mejores bazas al implicar más al lector, al comprometerle a un pequeño esfuerzo extra, despojado de los instrumentos de una novela al uso clásico.
El otro mérito del autor es desentrañar la peculiar relación entre una mujer de mediana edad que se plantea el futuro de su vida sentimental, familiar y profesional, con el que muchas podemos identificarnos, y su antiguo profesor de la facultad con el que antaño mantuvo una relación clandestina.
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