Hace unos días he estado ojeando un artículo sobre los libros electrónicos y sus aparatos de lectura. Personalmente soy un poco retrógrada y desconfío, por sistema, de los nuevos soportes, por lo menos hasta que los manejo. Me da que en muchos casos no suponen gran ventaja y, por el contrario, requieren un gran desembolso de dinero. Por poner un ejemplo, los DVDs y las cintas tradicionales. No encuentro mucha diferencia entre uno y otro, grabar con las antiguas cintas era mucho más barato, ya que aparato grabador y reproductor eran el mismo y valía bastante barato y ahora la gente se encuentra con que no puede pasar sus pelis compradas en VHS a DVD porque se supone que no es técnicamente posible, ya que llevan protección anticopia. Ya, ya… si antiguamente se podía pasar de una cinta comprada a otra virgen, ¿ahora no se puede pasar de un formato a otro? ¡Amos ya! Para mí que las tiendas de fotos que disponen de los aparatos para hacerlo le han visto las orejas al lobo de la SGAE o la entidad que corresponda y le da miedo que les pillen con las manos en la masa, porque otra cosa no se me ocurre, a no ser que el argumento de imposibilidad técnica sea cierto, lo que también puede ser. ¿Sabes qué es lo más paradójico? Que las cintas que sí pueden pasar a DVD son las grabadas de manera casera, o sea, las “ilegales”. Cosas veredes, buen Cid. Eso sí, reconozco que con el DVD se tiene la ventaja de poder escuchar la película en versión original o en otros idiomas, lo cual es muy interesante. Por lo general, paso de los “contenidos adicionales”, a no ser que sean escenas desechadas, pero interesantes.
En cuanto a los libros electrónicos y los aparatos lectores, mi actitud es ambivalente. Por una parte, soy una entusiasta del formato papel: no se borra, permanece siempre legible (salvo catástrofe mayor) y no necesita batería. Por otra, reconozco que el nuevo formato tiene sus ventajas. Lo primero, ahorra espacio en casa y esfuerzo fuera de ella. Si te apetece leer en la calle “La mano de Fátima”, por poner un ejemplo, no te tienes que deslomar cargando con el mamotreto. Por otra, si quieres leer un libro de rabiosa actualidad y no está en tu biblioteca pública, puede que te lo descargues por un precio razonable y luego decidas si te apetece tenerlo en papel o, por el contrario, puedes mandarlo tranquilamente al limbo de los libros despachados que no dejan huella. En el ámbito académico, igualmente, puedes llevar tus apuntes bien guardados en pen drives y visualizarlos en el lector de marras sin necesidad de las tradicionales carpetas preñadas. Mis recelos vienen de la mano, no sólo del cariño al papel, sino por el temor a la codicia de los gigantes mediáticos. Es decir, sale un e-reader de esos. Tú te lo compras pagando tu dinerito; te descargas… pongamos unos 100 libros (todos o la mayoría pagando a tocateja, pues en este supuesto somos todos muy legales y cumplidores). Vale, ahora resulta que sale otro formato supermegaguay, que permite, no sólo leer libros, sino también ver películas, escuchar simultáneamente música para acompañar la lectura y un montón de prestaciones. Vale, todos se aprestan a editar en este nuevo modelo… y al final te puede pasar como con los VHS y los DVD: que te encuentras con un montón de material cuyo aparato lector ya está obsoleto. No lo olvidemos: la dinámica del mercado es que todos consumamos y cambiemos de bienes de consumo sin descanso.
En cuanto a los libros electrónicos y los aparatos lectores, mi actitud es ambivalente. Por una parte, soy una entusiasta del formato papel: no se borra, permanece siempre legible (salvo catástrofe mayor) y no necesita batería. Por otra, reconozco que el nuevo formato tiene sus ventajas. Lo primero, ahorra espacio en casa y esfuerzo fuera de ella. Si te apetece leer en la calle “La mano de Fátima”, por poner un ejemplo, no te tienes que deslomar cargando con el mamotreto. Por otra, si quieres leer un libro de rabiosa actualidad y no está en tu biblioteca pública, puede que te lo descargues por un precio razonable y luego decidas si te apetece tenerlo en papel o, por el contrario, puedes mandarlo tranquilamente al limbo de los libros despachados que no dejan huella. En el ámbito académico, igualmente, puedes llevar tus apuntes bien guardados en pen drives y visualizarlos en el lector de marras sin necesidad de las tradicionales carpetas preñadas. Mis recelos vienen de la mano, no sólo del cariño al papel, sino por el temor a la codicia de los gigantes mediáticos. Es decir, sale un e-reader de esos. Tú te lo compras pagando tu dinerito; te descargas… pongamos unos 100 libros (todos o la mayoría pagando a tocateja, pues en este supuesto somos todos muy legales y cumplidores). Vale, ahora resulta que sale otro formato supermegaguay, que permite, no sólo leer libros, sino también ver películas, escuchar simultáneamente música para acompañar la lectura y un montón de prestaciones. Vale, todos se aprestan a editar en este nuevo modelo… y al final te puede pasar como con los VHS y los DVD: que te encuentras con un montón de material cuyo aparato lector ya está obsoleto. No lo olvidemos: la dinámica del mercado es que todos consumamos y cambiemos de bienes de consumo sin descanso.
4 comentarios:
También yo soy recelosa ante los avances de la electrónica. Además, pasa lo que tú dices, que en un pispás se queda obsoleto. ¿De quién se estarán acordando aquellos avanzados que compraron aquellos aparatosos láser-discs? No sé si pasará lo mismo con el Blue-Ray. No niego que la calidad de imagen sea mejor, pero mi ojo carece de tanta agudeza visual y se conforma perfectamente con las prestaciones del DVD. En cuanto al lector de libros electrónico, de momento me parece demasiado caro.
Al libro en papel, el único inconveniente que le encuentro es que ocupa espacio. Mira que me encantan, pero he tenido que optar por comprar los justos pues no me caben más. Menos mal que en casa de mi madre hay espacio y allí van a parar.
Yo tengo un libro electrónico y me encanta. Me bajo de internet los libros y me dieron 500 clásicos de regalo en una tarjeta. Y hace un año y pico que lo tengo y no me ha dado ni un problema. Es tinta eléctronica, no cansa la vista y dura la recarga 4 o 5 días. Me caben en la tarjeta 1000 libros. Cuando se me rompa me compro otro.
Prefiero los libros de papel, aunque hay que estar a la vanguardia de la tecnología, ya veremos mas adelante.
No, si a lo mejor al final yo también me compro uno, Mari Pau, sobre todo si bajan mucho de precio. Lo que ocurre es que yo, y supongo que tú también, tengo libros de hace más de 20 años y no me han dado jamás ningún problema para leerlos. Aparte, si los cuidas bien, duran mucho, muchísimo más ¿Se podrá decir lo mismo de los e-readers? Reconozco sus prestaciones y ventajas, pero, como ya he dicho, desconfío de su durabilidad. Y para mí es algo muy importante.
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