martes, 20 de noviembre de 2018
Animales Fantásticos - Los Crímenes de Grindelwald
Sinopsis:
Cumpliendo con su amenaza, Grindelwald escapa de su custodia y ha comenzado a reunir seguidores, la mayoría de los cuales no sospechan sus verdaderas intenciones: alzar a los magos purasangre para reinar sobre todas las criaturas no mágicas. En un esfuerzo por frustrar los planes de Grindelwald, Albus Dumbledore recluta a su antiguo estudiante Newt Scamander, quien accede a prestar su ayuda, sin conocer los peligros que aguardan. Las líneas quedan marcadas mientras el amor y la lealtad son puestos a prueba, incluso entre los amigos más cercanos y la familia, en un mundo mágico cada vez más dividido.
Viendo que el domingo la lluvia daba tregua, decidimos ir a Alicante a comer y al cine, más que nada por celebrar nuestro 18 aniversario aunque fuera de manera mínima. Vimos Los crímenes de Grindelwald, que le hacía más ilusión a Pedro que a mí, la verdad sea dicha. Como apenas recordaba la primera parte, me puse el DVD el sábado. Me vino bien para tener frescos los personajes y las situaciones.
De esta secuela me ha cansado un poco tanto bicho raro, algo supongo que inevitable al tratarse de animales fantásticos. Es más oscura y violenta que la primera, a pesar de los destellos de comedia. Entronca más directamente con el universo potteriano con la visita a Hogwarts, a sus aulas, al gran comedor, a los majestuosos paisajes que lo rodean. Aquí está el elemento que más me ha gustado: Jude Law como el joven Dumbledore. Por momentos me creía que era el personaje de mediana edad, sobre todo el Dumbledore del difunto Richard Harris. Por el contrario, Johnny Depp me agobia: nunca me ha gustado, ni cuando no tenía necesidad de disfrazarse porque de jovenzuelo era monísimo. En cuanto al oscarizado Eddie Redmayne, no sé si será cuestión del personaje, pero se pasa las dos películas con la misma expresión de bobalicón tímido. Como no hay dos sin tres, la historia no concluye aquí sino que al menos una secuela más le queda, que parece que hayamos vuelto al siglo XIX con los folletines interminables.
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