miércoles, 26 de febrero de 2020

El silencio de la Ciudad Blanca


Sinopsis:
Vitoria, 2016. Los cadáveres de un chico y una chica de veinte años aparecen desnudos en la cripta de la Catedral Vieja. Unai López de Ayala, un inspector experto en perfiles criminales, debe cazar al asesino ritual que lleva aterrorizando a la ciudad desde hace dos décadas. La sucesión imparable de crímenes y una investigación policial contaminada por las redes sociales llevarán al límite a Unai, enfrentándolo a un asesino camaleónico y despiadado que podría estar más cerca de lo que creía.

Me consta que no es adecuado comparar una película con la obra literaria en la que se basa, porque se trata de géneros distintos. No obstante, no lo puedo evitar en este caso.

Cuando leí El silencio de la ciudad blanca, ya sabía cuál sería el reparto que encarnaría a los personajes principales. Javier Rey no me parecía del todo mal como Kraken; sin embargo, no acababa de ver a Belén Rueda como la inspectora. No me equivoqué: no existe la menor química entre ambos.

Dudo que un espectador que no haya leído la novela pueda entender el hilo argumental. No se trata solo de las subtramas tan jugosas de las que se ha prescindido, como la relación de Unai con su abuelo y su hermano, o el retrato de la Vitoria de mediados de siglo XX, así como la rica mitología vasca.

Es una lástima que no se haya rodado una miniserie en lugar de un largometraje: se habría ganado en riqueza y comprensibilidad.




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