Sinopsis:
Un pirata informático que se infiltra en el Vaticano. Una iglesia barroca, en Sevilla, que mata para defenderse. Tres pintorescos malvados que aspiran a mantener viva la copla española. Una bella aristócrata andaluza. Un apuesto sacerdote-agente especialista en asuntos sucios. Un banquero celoso y su secretario ludópata. Una septuagenaria que bebe Coca-cola. La tarjeta postal de una mujer muerta un siglo atrás. Y el misterioso legado del capitán Xaloc, último corsario español, desaparecido frente a las costas de Cuba en 1898. Con esos ingredientes, Arturo Pérez-Reverte construye una ingeniosa, compleja y fascinante trama novelesca.
Me puse a releer esta novela de don Arturo Pérez-Reverte con la certeza de que, conforme avanzara en la lectura, iría recordando la trama. Me equivoqué: dado que se publicó en 1995, ya ha pasado más de un cuarto de siglo y era como leerla por primera vez, lo que tampoco está tan mal, al fin y al cabo. Otra opción es que mi memoria me traicione porque nunca la leí y si me suena es por la serie
Quart, con mi querido Roberto Enríquez, tan maltratada por Antena 3 en su día.
La razón de volver a ella es que se ha rodado una versión cinematográfica protagonizada por otro hombre atractivo, Richard Armitage como no podía ser de otra manera, según describe don Arturo a Lorenzo Quart. Durante la lectura, unas veces imaginaba a Roberto y otras a Richard, indistintamente, porque a ambos les queda como un guante el papel.
Sea como fuere, la cuestión es que he disfrutado del prodigio narrativo de Pérez-Reverte y de su maestría al componer tramas y personajes.
No me preocupa que, cuando vea la película, me fallará la sorpresa. Por dos motivos: por mi memoria de pez, y porque, visto el tráiler, me da que va a ser una versión libérrima. Espero disfrutarla de cualquier forma.
1 comentario:
Para memoria de pez, la mía. No hace tanto que leí la novela y me acuerdo de bien poco, aunque sí el hecho de que mientras la leí estuve bastante entretenida. Y no me costaba nada imaginar a Quart en la figura de Roberto Enríquez. Pero elegir entre él y Armitage, ¡ah, qué dilema!
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