Sinopsis:
Serie histórica sobre la leyenda negra de Catalina de Medici, Reina renacentista de Francia, la misma que fue considerada en su día como una sencilla y vulgar inmigrante.
En el siglo XVI, Catalina de Médici es desposada en la corte francesa como una adolescente huérfana de la que se espera que traiga una fortuna en dote. Sin embargo, descubre que su marido está enamorado de una mujer mayor y es incapaz de concebir. A pesar de todo, Catalina de Médici consigue mantener vivo su matrimonio debido a su determinación y su inteligencia, además de dominar mejor que nadie el deporte de la sangre en que consiste la monarquía gobernando en Francia durante nada menos que 50 años.
A veces no viene mal ser ignorante. Me explico. En las series históricas se corre el peligro de aburrir si se conocen los hechos. Este no es el caso, porque tenía escasa idea de la vida de Catalina de Médici.
Habrá quien diga que el ensalzamiento de esta reina es fruto de la corriente actual feminista de poner en valor las figuras femeninas de antaño. No hace falta, que ya sabemos (o deberíamos saber) que las mujeres siempre han sido inteligentes y resolutivas en la medida de las posibilidades. Si no, cómo iban a sobrevivir en un mundo de hombres.
Las dos actrices que le dan vida, Liv Hill de joven y Samantha Morton de adulta, están espléndidas, al igual que el resto del reparto, por no hablar de la ambientación, el vestuario, peluquería y demás. De la fidelidad histórica no puedo opinar.
Me hizo mucha gracia ver nada menos que a Rupert Everett como el emperador Carlos I de España, el que metió en prisión al rey de Francia y a sus hijos. Su presencia, pese a su brevedad, da mucho juego.
Una serie entretenida y autoconclusiva en ocho episodios. No se puede pedir más.
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