Tras dos cancelaciones por culpa de la pandemia, por fin contrajeron matrimonio Adrián y Natalia el 25 de marzo.
En el restaurante Jardines del Cucuch, en Novelda, tuvo lugar la ceremonia civil, el banquete y la fiesta. La primera fue oficiada por nuestro alcalde, amigo personal de la familia del novio. Cuando en el discurso rememoró al padre de la criatura, que falleció demasiado prematuramente cuando Adrián era apenas un bebé, empezaron a asomar las lágrimas en los ojos de casi todos. Con lo emotiva y llorona que soy, no podía evitar que brotaran, con lo que adiós, maquillaje, adiós: churretones de pintura que mi amiga Toñi, esteticista, intentaba disimular. Los votos que intercambiaron los novios, los discursos de familiares y amigos, todo reactivaba mis lágrimas, que culminaron cuando el novio se acercó a saludarme.
Terminada la ceremonia y el aluvión de arroz, pasamos a un jardín donde pudimos beber y comer delicatessen de todas clases. Que conste que no abusé, que quería degustar el menú posterior. Aquí ya empezamos la sesión de fotos que continuaría en el comedor. Por supuesto, todas las Guapetonas y los cónyuges que nos acompañaban estábamos en una mesa redonda. Deliciosos todos los platos, pero aún más la compañía. ¡Qué bien lo pasamos!
Comentario aparte merece nuestra Rosa, la madrina más guapa y generosa del mundo, siempre atenta a que los invitados estuviésemos a gusto, lo que por supuesto sucedió.
Para completar el poderío del menú, la fiesta estaba dotada de entretenimientos para pequeños y grandes. No nos quedamos mucho tiempo porque Pedro estaba dolorido. A pesar de ello, me alegró que saliera de casa y disfrutara de una velada entre amigos. Que se lo pasase tan bien como yo me hizo muy feliz.
Podría contar infinidad de detalles más, pero lo esencial está, con mi agradecimiento a Adrián y Natalia por permitirnos compartir un día tan especial, y mis deseos de felicidad para la pareja y para el pequeño Martín.
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