Sinopsis:
Finlay Donovan es una escritora de muerte... pero no es que le vaya muy bien. Es madre soltera y estresada de dos hijos y novelista en apuros, y su vida, un caos. Cuando alguien escucha en un restaurante la conversación de Finlay con su agente sobre la trama de su nueva novela de suspense, la confunden con una asesina a sueldo, y Finlay acepta sin darse cuenta una oferta para deshacerse de un marido tóxico, cuya recompensa le permitiría llegar a fin de mes. Pronto Finlay descubre que los crímenes de la vida real son mucho más complejos que en la ficción, especialmente cuando se ve implicada en la investigación de un caso real de asesinato.
Este es otro de los libros que me amenizó los trayectos en autocar del viaje a Lloret de Mar.
Hacía semanas que leía sobre un subgénero literario muy de moda, el cozy crime, del que esta novela es un ejemplo. Según las normas del género, hay un «asesinato amable» (básicamente, ausencia de elementos gore), un argumento secundario romántico (en el que una pareja acaba encontrando el amor mientras resuelve el crimen en cuestión) y una investigación amateur (no hay policías ni detectives profesionales, sino alguien que siente que necesita saber la verdad y se lanza a por ello). Supongo que es una mezcla entre novela de misterio y de humor con toques de comedia romántica.
La autora consigue entretenerme en las casi quinientas páginas, no solo con el clásico whodunnit que lleve a la resolución del misterio sino también con situaciones hilarantes sin impedir que la protagonista, una joven autora divorciada, con hijos y sin blanca se vea por fin solicitada por maromos de buen ver.
Conforme me iba acercando al final, me decía que unos personajes tan buenos no merecían terminar allí, que podrían dar mucho juego. Y, en efecto, acabo de leer que en inglés hay dos novelas más que continúan la historia. No me cabe duda de que las traducirán al castellano y las disfrutaré asimismo.
Continuará...
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