lunes, 16 de octubre de 2023

Oporto

 


El viernes 22 de septiembre lo pasamos en Oporto. Por la mañana nos recogió una guía local para empezar la visita con el inconveniente de que empezó a llover con ganas. La señora tuvo la buena idea de hacer una panorámica en bus por la zona costera para no mojarnos. Cuando paró de llover, bajamos en el centro de la ciudad, que me gustó bastante. 



Entre muchos lugares, nos acercamos a la famosa librería Lello, de las más bonitas del mundo, todavía más conocida por la leyenda de que allí se inspiró J. K. Rowling para crear el callejón Diagón. Sin haber comprado la entrada, me acerqué y resultó que la plataforma para salvar el escalón no funcionaba. Qué raro. 



Antes de salir de viaje, pregunté en la agencia si el crucero por el Duero me era accesible. Al parecer, les contestaron que sí, lo que no acabé de creerme, porque no encontré información al respecto en la red. En efecto, odié no equivocarme. Mientras los compañeros iban en el barco, paseé por el puerto con Lorena, la conductora del bus, una mujer encantadora. Entre el paseo y unas compritas, me fijé en el funicular que lo sobrevuela y que tenía la pinta de ser accesible. Subí con mi hermana, mi amiga Candi y su hija Helena, y dimos un paseo por el puente que lo conecta con la parte alta. Me encantó la experiencia. 



Al día siguiente, paliza de autobús a casa. Si pensábamos que lo peor estaba por terminar, aún faltaba el contagio de coronavirus. Sin comentarios. 



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