El lunes pasado llamó la médica de cabecera a Pedro para darle fecha y hora de una analítica. Salió a relucir el tema de la vacuna y nos dijo que me habían colocado en el grupo que iría después de los mayores de 90 años, así que estaba a las puertas. Para mis adentros, lo puse en duda. Cuál sería mi sorpresa cuando el miércoles me llamaron del centro de salud para decirme que acudiera al día siguiente para recibir la primera vacuna. ¡No me lo podía creer! Así que, toda emocionada, el jueves me dirigí al ambulatorio.
Me puse una camiseta de manga corta para facilitar la inyección, precisamente una que había recibido la víspera, ganada en un sorteo de internet. En ella aparece Grogu, vestido de Harry Potter, con la leyenda "My patronus is a baby Yoda".
Y vosotros pensaréis: "¡Qué bemoles tiene la tía de hacerse una foto en la enfermería!" Dejad que me explique: la gente inmortaliza en fotos los momentos más importantes de su vida, desde el nacimiento, la primera comunión, los cumpleaños, las bodas, etc. ¿Cómo iba a obviar un momento tan decisivo, tan deseado?
Por fortuna, no he tenido la más mínima reacción a la vacuna, ni siquiera se me hinchó el brazo. Tan solo noté una ligera sensación de cansancio a la noche, quizás más motivado por la obsesión de notar síntomas adversos. Dicen que la segunda dosis suele provocar reacciones peores, al menos así lo he oído a personas que la han recibido.
Si no pasa nada (léase, si hay vacunas), me volverán a inyectar el día 18 de marzo. Como al día siguiente es fiesta de la Comunidad Valenciana, si no me encuentro en condiciones de trabajar, no pasará nada porque estaré en casa.
También me dijeron que la inmunidad solo la tendré a los quince días de la segunda dosis, así que he de seguir manteniendo las máximas precauciones. Ni siquiera después pienso bajar la guardia, por lo que pueda pasar, pero por dentro estaré más tranquila.
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