Sinopsis:
David, un niño coreano-americano de 7 años, ve cómo a mediados de los años 80 su vida cambia, de la noche a la mañana, cuando su padre decide mudarse junto a toda su familia a una zona rural de Arkansas para abrir allí una granja, con el propósito de lograr alcanzar el sueño americano.
En el fin de semana y durante las vacaciones me he propuesto ver películas nominadas al Óscar. Esta es una de ellas, producida por Brad Pitt nada menos, aunque a priori poco tenga que ver con él.
A los pocos minutos, el hecho de que la familia protagonista sea de origen coreano y que hablen dicho idioma en la mayor parte del metraje pasa a un segundo plano y vemos el drama de la emigración, sea de Asia como si fuera de La Mancha.
Nadie deja su tierra natal para dirigirse a otra distinta, con otro idioma, otras costumbres e incluso otra comida, por gusto, sino por pura necesidad, por intentar mejorar sus expectativas vitales para sí, para sus hijos en el futuro, hasta para su madre, en este caso.
Al desarraigo de la migración se le suma la dureza del sector agrícola para el cultivador minorista.
La película es una suma de pequeñas anécdotas familiares, amables algunas, melodramáticas otras.
Se ve con agrado, pero tampoco, en mi opinión, se merece tantos premios como a los que opta. Seguro que me equivoco.
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