El día 19 fue el de las Santas Justa y Rufina, patronas de la alfarería. Tras dos años sin festejarlas debido a la pandemia, era de esperar que este se reanudaran las festividades. Pero no. El señor que llevaba las gestiones ya no vive allí, una calle que se va despoblando, con unos vecinos cada vez mayores.
Al menos, el domingo se celebró una misa en la ermita, al aire libre, donde los abanicos funcionaban a pleno rendimiento. El señor cura aludía al refrán de que "en tiempo de melones, pocos sermones", pero le costaba aplicarse el cuento.
A continuación, tuvo lugar la procesión que recorre el barrio con la imagen de "les santetes", como las llamamos con cariño. A su regreso a la ermita, Marc disfrutó tirando de la cuerda que acciona la campana.
Ya que estaba la calle cerrada al tráfico, mi hermano y mi cuñada nos invitaron a cenar. Recordamos con una sonrisa en los labios a los que, como mi madre, ya no estaban a la mesa.
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