Cuando me pongo a ver una serie o película sobre un ídolo de la música popular, actual o de hace unas décadas, tengo la esperanza de que no caiga en el cliché de sexo, drogas y rock'n'roll. Hasta ahora, ninguna se salva. Aquí, el último elemento es el menos importante: de los otros dos hay para aburrir.
La protagonista parece un trasunto de la Britney Spears de sus peores tiempos. Está interpretada por Lily-Rose Depp, digna hija de Johnny, con los papeles de zumbados extremos que los caracterizan. La chica hace un papelón, no lo discuto, pero dan ganas de darle de bofetadas por las decisiones que toma y por el séquito tan tóxico que se aprovecha de ella. Pero, sobre todo, por la relación de dependencia sexual de un impresentable al que encarna el cantante The Weeknd, que además colabora como creador. Tras este bodrio, me va a costar respetarlo como cantante otra vez.
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